POLACA
QUE EN HONOR
DE: NUESTRO CATÓLICO MONARCA
EL SEÑOR DON
FERNANDO SÉPTIMO
Viva el Sol
de las Españas,
viva el Séptimo Fernando,
y cantemos
celebrando
su deseada
exaltación.
Huya de
nuestra presencia
confusa y
avergonzada
la perfidia
disfrazada
con la capa
de la unión;
huya toda
infame intriga,
luzca el
corazón infiel,
que detesta
España fiel
la funesta
seducción.
Viva el Sol
de las Españas,
viva el Séptimo Fernando,
y cantemos
celebrando
su deseada
exaltación.
Lejos de aquí
la impiedad
y la vil
hipocresía,
que
introducirse quería
en nuestro
leal corazón;
cubra de
mortal vergüenza
su semblante
aborrecible
el infame y
el horrible
monstruo
cruel de la traición.
Viva el Sol
de las Españas,
viva el Séptimo Fernando,
y cantemos
celebrando
su deseada
exaltación.
Sólo viva en
nuestros pechos
paz,
quietud, tranquilidad
y humilde
fidelidad
con una
perfecta unión;
sólo viva
nuestro rey,
y con justa
dependencia
tribútele la
obediencia
toda fiel
veneración.
Viva el Sol
de las Españas,
viva el Séptimo Fernando,
y cantemos
celebrando
su deseada
exaltación.
Baje y
celebre a Fernando
la Ninfa
alada, y contenta
vea el
objeto que presenta
noble
espíritu de unión;
baje la Fama
y publique
sobre la faz
del gran mundo
el respeto
más profundo
de la
española nación.
Viva el Sol
de las Españas,
viva el Séptimo Fernando,
y cantemos
celebrando
su deseada
exaltación.
(1) Es el primer poema conocido de
Fernández de Lizardi; publicado en pliego suelto de 1 hoja en 4°, s. f. ni l.
De i. Incluido posteriormente en la Colección de poesías que se han
podido juntar escogiendo las que han parecido más dignas de darse en la prensa. Impreso
en México, en la oficina de doña María Fernández de Jáuregui, calle de Santo
Domingo, año de 1809. El subtítulo del libro señala que la celebración tuvo
lugar en "julio 29 y 30 y 31" del año anterior. Esta Colección reúne
39 himnos en honor a Fernando VII, con motivo de su ascenso al trono; el número
12 corresponde a la "Polaca". Biblioteca de la Sociedad de Geografía
y Estadística ejemplar de 2 pliegos publicado en 1808 Sutro. Guzmán (4210).
Anaya, ficha 89, vol. I.
EL QUE DESDE
CHICO ES GUAJE
HASTA ACOCOTE NO PARA (a)(1)
LETRILLA
Desde que yo
era muchacho
oía decir a
mi nana
que el
que desde chico es guaje,
hasta
acocote no para.
¿No ves a
aquel cuya cuna
debe quizás
a un cochero,
a un gañán o
a un carnicero,
y por yerro
de fortuna
logró
casarse con una
mujer necia
con caudal,
y hoy se
pasea en el Portal
con aire de
un personaje?
pues es
guaje.
¿Y qué diré,
si olvidado
de su
humilde sencillez,
trata con
fiera altivez
al deudo, al
amigo, al criado
y al pobre
que lo ha ocupado
creyéndolo
caballero?
Diré que es
un ruin grosero
este plebeyo
ricote
y acocote.
Que quien
noble y rico mire
a los pobres
con desdén,
que ande
tieso o con vaivén,
y que de mí
se retire.
Que haga
locuras, que admire
por aquella
vanidad,
hija de su
necedad,
no es mucho,
pues, sin ultraje,
es un guaje.
Pero al que
conozco yo,
que se supo
aprovechar,
porque está
en leche la mar,(2)
y de quien
él se olvidó
con el ruido
del dinero,
si dice que
es caballero,
díganle que
es un Quijote,
y acocote.
El muchacho
desgraciado
que logró un
bruto tener
por padre,
que ni aun a leer
siquiera lo
ha dedicado;
que lo tiene
muy malcriado;
que jamás le
ha dado oficio,
y que en la
escuela del vicio
consiste su
aprendizaje,
es un guaje.
Este pobre,
de muchacho
será un
guaje, ya se ve;
pero si así
crece, ¿qué?
será un
ladrón, un borracho,
un vago, un
idiota, un macho;
y fundado en
su ignorancia,
podrá probar
sin jactancia
que es
máquina u hotentote,
o acocote.
Que aquel
mire con desdén
un papel,
porque comprende
que aunque
lo lea no lo entiende,
desde luego
hará muy bien.
Pero si se
encuentra quien,
a fuer de
orgulloso y necio,
sin leerlo
lo dé al desprecio,
sin duda
será un salvaje
y un guaje.
Pero es peor
en mi opinión
quien lo
juzgue por el rubro;
en este
pobre descubro
todo el
juicio de un lirón,
y aunque
aquí no es ocasión
de hablar de
tales lectores,
el que lo haga
así, señores,
merece que
se le note
de acocote.
(a) Los refranes vulgares suelen
ser los medios más seguros, para introducir en el vulgo algunas verdades que se
le hacen desabridas si se les dan de otro modo por su seriedad. Aquí ya sabemos
que el guaje es el calabozo redondo y acocote el largo.
(1) De este poema se tienen muy
escasas noticias. González Obregón no lo menciona; Spell tampoco, tal vez por
no haberlo encontrado en los informes de la Censura. Como otras composiciones
de estos años, debe de haberlo publicado por vez primera en pliego suelto; pero
hasta la fecha se desconoce el original y se cuenta sólo con la versión de Rea
Spell (pp.157-160). Aunque sus razones no son muy convincentes, Radin considera
que podría ser el primer poema escrito por Fernández de Lizardi en 1811
"because of the note attached to it and which clearly must have been
attached when it first appeared. The note refers to the use of popular
catchwords and refrains as titles for poems. He must have regarded this as an innovation
requiring explanation". (Sutro, p. 19.)
(2) porque está en leche la mar.
Del dicho andaluz tener uno leche: tener uno suerte, o mucha
suerte; ser chiripero. Santamaría, Dic. mej.
(3) principal. Capital,
importe de una deuda; interés fundamental o cuantía de una reclamación. Usado
en lenguaje forense, principalmente. Santamaría, Dic. mej.
EL
TESTAMENTO DEL GATO(1)
Estaba una
despensa
abierta por
descuido;
pasó por
allí un gato,
y oliendo
los chorizos,
los quesos y
la carne,
el pescado y
tocino,
no pudo
contenerse;
entróse muy
pasito,
y arremetió
con todo
más presto
que lo digo:
aquí
destroza un queso;
allí muerde
un chorizo;
acá un
pernil devora;
allá un bobo
hace añicos;
hasta que ya
cansado
el animal
maldito
de tanta
golosina,
saciado su
apetito
iba a
salirse, y mira
(nunca la
hubiera visto)
una olla de
conserva
de no malos
membrillos;
embistióla
al instante;
púsose ojos,
hocico,
manos,
orejas, todo
chulo(2) el
animalito;
más él no
había advertido
en que la
miel testigo
podía ser, y
muy fiel,
de su voraz
delito;
descuidado
comía
y oyó no sé
qué ruido;
quiere huir,
y como estaba...,
diremos,
adherido
(porque
decir pegado
no es
asonante de io),
a la olla
con la miel,
¿qué hizo?
romper los grillos;
alzóla para
arriba;
¡qué fuerzas
tenía el bicho!
y al caer el
trasto al suelo
se hizo mil
pedacitos,
de los
cuales, colgados
a modo de
zarcillos,
le quedaron
algunos
por su mayor
martirio;
entonces,
azorado,
suspenso y
afligido,
vio la miel
derramada
y todos los
perjuicios
que en un
instante pudo
causar su
hambriento vicio;
entonces,
despechado,
confuso,
arrepentido,
la maña
detestó
de comer lo
prohibido;
entonces,
finalmente,
a su gula
maldijo,
hizo mandas,
promesas
y votos
repetidos
(si de
aquella escapaba):
no probar
los membrillos,
quesos ni
chorizones,
pescado ni
tocino.
Tan asustado
estaba,
tan triste y
tan contrito,
que juró
mantenerse
sólo con
ratoncillos
y no acercar
jamás
a otra cosa
el hocico.
¿Lo dudas?
No, lector,
tú y yo
haremos lo mismo;
si el vaivén
de la tierra,
del rayo el
estallido,
la cárcel,
la calumnia
o el fuerte
tabardillo
nos afligen,
¡oh, cuántas
promesas
repetimos!
¡cómo nos
proponemos
(saliendo
del peligro)
nuevas
vidas! ¿Y acaso
así lo hemos
cumplido?
Mas volvamos
al gato:
salió el
animalito,
y viendo con
cuidado
si alguno lo
había visto,
fuese muy
cabizbajo
y se acostó
quedito
debajo de
una cama,
y allí muy
compungido
esperaba sin
duda
el último
suplicio;
y más cuando
notó
que el
despensero mismo
lo vio
entrar enmelado,
confirmó el
gaticidio;
pero ¡oh,
cosas del mundo!
¡oh, comprehensibles
juicios!
él cerró su
despensa
y solapó el
delito,
pues de
matar al gato,
descubría su
descuido.
(No hay
pocos despenseros
de gatunos
delitos.)
En fin, el
triste gato,
porque su
suerte quiso,
escapó de
este riesgo,
aunque no
del castigo
(pues siempre
el crimen tiene
su pago
merecido).
Fue el caso:
que con tanto
revoltijo
como hizo
de carne y
de pescado,
de jamón y
membrillo,
le dio tal
miserere
al infeliz
gatito,
que a pesar
de su miedo
comenzó a
dar maullidos;
a sus
tristes lamentos,
a sus ayes
sentidos,
ocurren
otros gatos
de la casa
vecinos;
todos se
compadecen
de nuestro
pobre bicho:
quién le
hace unos papachos;
quién le
lame el ombligo;
quién le
mete la cola
por darle un
vomitivo;
quién,
creyendo que es hambre,
le trae un
pellejito;
mas viendo que
no bastan
los gatunos
auxilios,
le dicen se
disponga,
que está en
grande peligro.
Él dijo:
—Desde luego
conozco que
no vivo;
agradezco el
consejo,
no desprecio
el aviso:
voy a hacer
testamento...
Quedáronse
aturdidos
los tristes
compañeros,
y él prosiguió
tranquilo:
—Creo la
metempsicosis
como
pitagorino,
y que según
un conde(a)
y por lo que
en mí he visto,
habita en
nuestros cuerpos
la alma del
ladronicio,
ingratitud,
lisonja,
con otros
muchos vicios;
declaro: que
no debo
más de lo
que he comido,
ni a mí me
deben otros
más que
muchos perjuicios;
declaro: que
casado
ni lo soy ni
lo he sido,
por cierto
impedimento
que me
impuso el cuchillo;
por tanto,
estoy seguro
de que me
lloren hijos.
Yo no tengo
más bienes
que mi
cuerpo solito,
y a quien me
diere gana
lo dejo,
pues es mío.
Mis pelos a
los vagos
y mal
entretenidos
los dejo, a
que los cuenten
en sus ratos
perdidos,
por que
estén ocupados
y no
fomenten vicios;
ítem: dejo
mi cuero
para que
hagan bolsillo
a tantos
avarientos
de que
abunda este siglo;
ítem: dejo
mi carne
para que por
cabrito
la vendan a
los bobos
los fonderos
cochinos;
ítem: por
cuanto dañan
cuando
venden cariño
los
lisonjeros, a éstos
mi lengua
les dedico;
ítem: ojos y
orejas
mando a
tantos malditos
juzgones y
chismosos
que hay de
sus vecinos;
ítem: dejo
mis uñas,
mis dientes
y colmillos
a los
procuradores,
a los
licenciaditos,
albaceas y
escribanos
que usan mal
de su oficio;
ítem: dejo
mis largos
bigotes a un
lampiño;
mi cola...
Aquí no pudo
seguir, que
un parasismo
le anudó la
garganta.
¡Ay, pobre
animalito!
SEGUNDA
PARTE
LA MUERTE Y
FUNERAL DEL GATO(3)
¡Ay, gato
desgraciado!
¡Ay, pobre
compañero!
¡Qué dolor!
¿qué tendrá?
¡Qué pena!
¿qué le haremos?
Así
exclamaban tristes
los gatos
enfermeros
al ver que
su doliente
se moría sin
remedio;
porque es
muy natural
sentir el
mal ajeno
de los que
en una especie
son
individuos mesmos.
Así vemos
que el toro
muestra su
sentimiento
si ve la
negra sangre
del muerto
compañero.
¡Jesús, y
cuán al vivo
expresa sus
extremos!
Él llora,
huele, brama,
y del polvo
del suelo
con el
hendido pie
parece...
¡noble intento!
que
escarbando procura
sacar al
toro muerto.
El caballo,
si mira
tendido el
esqueleto
de otro
bruto en el campo,
muestra su
sentimiento:
se azora, se
retira,
y en su
fuerte resuello
parece que
nos dice:
"No
paso, porque siento
ver el
triste cadáver
de éste mi
compañero..."
El cerdo,
cuando escucha
el grito de
otro puerco,
conoce que
padece;
corre hacia
él, y gruñendo
manifiesta
querer
libertarlo
del riesgo.
El perro...
Mas, lector,
te canso con
ejemplos
de
generosidad;
todos los
brutos creo
que nos dan
ejemplares
de amor; el
gallo excepto,
que a su
hermano acomete
infiel,
indigno, necio,
sin más
causa ni culpa
que
solamente verlo;
pero ¿qué es
lo que digo?
¿el gallo
solo? Miento,
porque el
hombre no tiene
(misántropo
grosero)
ejemplar
adecuado
de su furor
soberbio.
¿Quién ha
visto los leones,
osos, tigres
o perros,
lobos...,
cualquiera especie
de brutos
carniceros;
quién los ha
visto, digo,
hacer bandos
opuestos
y
recíprocamente
devorarse a
sí mesmos?
¿Quién los
ha visto? Nadie,
ni jamás
piense verlo,
pues la
conservación
de su
especie es en ellos,
mejor que en
los humanos,
inviolable
precepto.
Los hombres
solamente
han hallado
pretextos
en todas las
edades
para cebar
soberbios
su furor en
la sangre
El hombre es
el que escucha
con ánimo
sereno
los ayes,
los trabajos,
desgracias y
lamentos
de sus
iguales; mira
con ojos
bien risueños
a la
doncella pobre,
al desvalido
enfermo,
a la viuda
infeliz,
al
insolvente preso,
al mendigo desnudo,
al
vergonzante hambriento,
al baldado,
al tullido,
al manco, al
cojo, al ciego;
en fin, a
tantos que hay
sin humano
consuelo;
los mira,
los escucha,
¿y vuela a
socorrerlos?
¡Oh, qué
pocos, qué pocos
han de ser
si los cuento!
Conque de
estas premisas
saca,
lector, el ergo.
La digresión
fue larga,
¿qué más? yo
lo confieso.
Si te
enfadó, perdona
y vamos al
enfermo.
Apenas del
letargo
volvió,
siguió diciendo:
—En lo
último quedé,
mi cola,
bien me acuerdo;
pues mi
cola, señores,
si he de
dejar, la dejo...;
¿a quién la
dejaré?
Porque los
hombres pienso
que no la
han de querer;
pues aunque
tienen ellos
sus rabos
que les pisen,
procuran
esconderlos,
porque les
da vergüenza
adorno tan
molesto,
y cada rato
escucho,
que
dicen: yo no tengo
rabillo que
me pisen.
Por más que
desde lejos
a muchos se
los vean,
aun los
ciegos, corriendo;
conque es
prueba que no
quieren ser
rabiluengos.
Dejarla a
las mujeres
quisiera...;
pero menos:
si son más
presumidas,
harán mayor
desprecio
de mi manda;
pues vaya,
quizá
algunos sujetos
que
salen descolados
en amores o
empleos
la querrán;
pero no;
agora que me
acuerdo,
luego
dicen: fulano
mal quedó
con su empeño;
él salió con
el rabo
entre las
piernas. ¡Bueno!
hasta
los descolados
tienen rabo;
¿qué es esto?
¡Cuántas
contradicciones
en los
hombres advierto!
Pues ello es
que mi cola
no ha de ser
bien mostrenco,
sino
precisamente
ha de quedar
con dueño.
Vaya, por no
dejar;
de dárselo,
resuelvo,
tuta
concientia, estando
con mi
juicio completo,
que hereden
esta alhaja
algunos
zapateros
que hacen
con herraduras
botas, pues
juzgo que ellos
conocerán
mil sastres
de no vulgar
ingenio
que le
añadan mi cola
a un
pantalón eterno,
y si acaso
le ponen
de moda el
epiteto
la venderán
muy bien;
fuera de que
es lo mesmo,
el tener
pies de macho
que de gato
el trasero.
No os
burléis, camaradas;
no mezcléis
risa y gestos.
Creed: los
primeros días
serán los
espavientos;
los
segundos, el vaya;
bonito, los terceros;
y si como es
la cola,
hubieran de
ser cuernos,
ídem por
ídem fuera
(como en
todo) lo mesmo,
pues ven...
¡Pero ay de mí!
ya muero...,
ya fallezco...;
a Dios..., a
Dios, amigos...
Y diciendo y
haciendo,
se estiró el
pobre gato
y se les
quedó muerto.
No he podido
saber
(atención
herederos)
quién quedó
de albacea;
pero esto es
lo de menos:
cada uno
tomará
lo que le
venga a pelo.
No quiero
referir
los llantos,
los extremos
de los
gatitos vivos;
fácil es
comprenderlos;
lo que sí he
de decir,
la frasca
que tuvieron
los ratones
al punto
que oyeron
era muerto:
hubo famoso
baile
y espléndido
refresco,
et caetera, lector,
que está el
papel estrecho,
y la
moralidad
es el fin de
este cuento.
¡Infelices
mil veces
los hombres,
cuyos duelos,
funerales y
exequias
son gracias
al Eterno
que los
vivos le dan,
pues los
quitó de enmedio!
En el lugar
donde falleció el triste gato, pusieron los ratones el siguiente
EPITAFIO
Aquí un
cruel gato murió,
y sentimos
solamente
el tiempo
que mal vivió,
pues a la
ratona gente
mil agravios
infirió.
¡Oh, tú,
pasajero! Advierte
y ten por
cosa sabida
(procurando
contenerte)
que al que
hace mal en la vida,
no hay quien
lo llore en la muerte.
(1)Imprenta de doña María de Jáuregui.
Año de 1811. Pliego suelto; 8 pp. en 8° Su continuación Muerte y
funeral del gato (cf. infra nota c) salió
en pliego separado. Frecuentemente reimpresos, aparecen formando una unidad,
aunque a veces suele variar la disposición del título. En RE (pp. 18-34)
conserva la distribución original. Incluido en la 3ª edición de Noches
tristes y día alegre (México, 1831; pp. 117-130) bajo un solo
título: Testamento, muerte y funeral del gato. En
la siguiente edición del mismo libro (México, 1843; pp. 260-271), el nombre
está reducido a Muerte y funeral del gato (NM, p. 84).
Consultamos en la biblioteca de la Secretaría de Hacienda (ficha 3962) un
folio, numerado de las pp. 311-321 y desgajado de un libro sin identificación,
con un único dato manuscrito en hoja aparte: Pensador Mexicano // Folletos //
Ed. Blanquel [¿t?] // 1865. Bajo el título Testamento, muerte y funeral
del gato lleva un grabado. E. L. B., en la defensa que hace de
Fernández de Lizardi, dice: "El testamento del gato tiene
sobrada invención..." (D. de M., t. XV, núm. 2266,
lunes 6 de diciembre de 1811, p. 678). Posteriormente, Lacunza (ibid.),
t. XV, núm. 2271, 20 de diciembre de 1811), al enjuiciar la capacidad poética
de Fernández de Lizardi, afirma en particular: "También es regla bien
conocida de la poética no multiplicar sin necesidad en un mismo poema los
consonantes o asonantes, y más cuando éstos son abundantes y aquél corto. Este
defecto se nota en casi todas las poesías de vuestra merced, como en El
testamento del gato, siendo tan fácil el asonante en io en
que está dispuesto. Es también otra falta (aunque cometida por célebres
autores, pero pocos) acabar el verso en agudo... lo que sólo es sufrible usado
propiamente, y es muy hermoso en los versos de ocho y siete sílabas. Con todo,
vuestra merced lo usa con frecuencia en todo género de metros" (pp.
699-700). Refiriéndose a la nota 1 del poema, continúa:
"En el citado Testamento trae vuestra merced, con harta
impertinencia, autoridad del célebre naturalista Buffon, en apoyo de que en las
propiedades del gato hay muchas semejanzas con los vicios del hombre en
sociedad, cosa que no necesita más garante que la experiencia. Fuera muy a
propósito, y a la verdad necesarísimo, darnos textos que nos probasen que un
gato, después de estar repleto de jamones, chorizos y queso,
tenía aún disposición y estómago para asaltar una olla de conserva de
membrillos, cuando el uso nos enseña que este delicado animal, ni aun acosado
por la hambre come dulce, y mucho menos de ácido membrillo. Pero, tata, membrillo es
asonante en io, y esto bastó a vuestra merced para tomarse la
libertad de ir contra la naturaleza. ¡Ingenio ratero y arrastrado!" (p.
700). Lizardi responde a estas acusaciones, entre otras, en su escrito Quien
llama al toro sufra la cornada: "Dice usted que es regla no
multiplicar consonantes ni asonantes, etcétera; pues, quiso
decir, las mismas palabras consonantes, porque hacer un poema
(no de verso suelto) sin muchos consonantes y asonantes iguales sería la misma
gracia que hacer una mesa con los cuatro pies disparejos; pero le hago el favor
de explicarlo y le respondo: que lea las poesías de Quevedo, las de Cervantes,
desahogos líricos de Celio, etcétera. Acerca de los agudos digo que, si es
falta, se ve cometida por célebres autores: ¿si me entenderá usted? Las
objeciones de que falta texto para probar que el gato, después de harto comiera
conserva, y la otra, de que este animal no come dulce, son graciosas; para
hacer ver que el gato era glotón era menester hacerlo comer manjar no común
para él, y esto después de saciado su apetito (son palabras
mías); de lo contrario, probaría hambre no gula, no gula que era lo que se
intentaba... Sepa usted que los gatos y otros animales comen lo que les enseñan
a comer...; en mi casa tengo dos gatos que comen dulce muy bien, venga usted a
verlos; tráigales un par de cubiertitos, que no me dejarán mentir" (pp.
6-7).
(2)chulo. Esta palabra, que es del
estilo familiar, no tiene aquí la fea acepción que en España: significa
simplemente bonito, lindo, mono, agraciado; y usada como vocativo se prodiga al
extremo, especialmente entre mujeres. El chula, que ofendería a una
señora española, se toma aquí como expresión de cariño. Santamaría, Dic.
mej.
(a) Buffon en su historia natural
describe exactamente las propiedades del gato; en efecto, en este animal se ve
el retrato al vivo de los vicios que apuntamos en esta friolerilla; el provecho
que trae limpiando la casa de ratones (si la limpia) lo desluce con los
perjuicios que causa.
(3) Imprenta de doña María de
Jáuregui. Año de 1811. Pliego suelto; 8 pp. en 8º.
(b) Esto debe entenderse en lo
moral y en lo privado, que en lo político sabemos que hay guerras justas, y
tanto, que Dios muchas veces las ha protegido y mandado visiblemente.
LA VERDAD
PELADA(1)
¿Que vaya la
señorita
a la
tertulia, al paseo,
a ésta y a
aquella visita,
al baile o
al Coliseo,
y siempre
muy prendidita,
como si
fuera de boda?
Es la moda.
¿ Pero que en casa se esté
y que la
familia cele;
que buen
ejemplo les dé
a sus hijos,
porque suele
el niño
hacer lo que ve,
y esto es lo
peor las más veces?
Son vejeces.
¿Que al
perrito se chiquee
y a las
criadas se regañe,
que al otro
se lisonjee
y que al
marido se engañe
o éste haga
que no lo ve?
Todo esto
nada incomoda:
Es la moda.
¿Pero que el
lujo modere
de gastos
impertinentes,
o a lo menos
considere
que hay mil
créditos pendientes,
que el
marido pagar quiere
dentro de
dos o tres meses?
Son vejeces.
¿Que la niña
vaya a misa
tan profana
como va
al baile
(casi en camisa
por lo
disoluta)? Ya
bien se sabe
que esto frisa
con la
marcialidad toda,
Es la moda.
¿Mas que
esta niña, en mi juicio,
sepa la
severidad
del Autor
del Sacrificio,
donde su
profanidad
causa
escándalo y perjuicio
a las almas
muchas veces?
Son vejeces.
¿Que su
mamita la alabe
porque sabe
bien cantar,
tocar
diestramente el clave,
gallardamente
danzar
y zapatear
el jarabe,(2)
a lo que
ella se acomoda?
Es la moda.
¿Mas que la
incline a rezar,
a aprender
bien la doctrina,
o a tejer,
coser, lavar,
o a hacer
algo en la cocina
por si le
llega a faltar,
lo que
sucede mil veces?
Son vejeces.
¿Que los
pechos desabroche
el túnico(3) deshilado,
que se
trasluzca aun de noche
el muslo, y
tan ajustado
esté que al
subir el coche
se le vea la
pierna toda?
Es la moda.
¿Mas que la
madre corrija
tan
insolente descaro,
a lo menos
porque a su hija
no sea que
le cueste caro
y a toda la
casa aflija?
Esas son
ridiculeces
y vejeces.
¿Que esté la
coca pelada,
la media muy
bien calada,
superfino el
tafetán
y la blonda
delicada,
a qué mujer
le incomoda?
Es la moda.
Pero en esto
de rezar
el rosario
cada día,
ir a misa,
frecuentar...,
dirán: que
es hipocresía,
y así se puede
excusar,
porque
hacerlo muchas veces
son vejeces.
Que en la
mesa dé razón
la niña de
la sardina,
del ron y
cerveza fina;
esto causa
admiración,
por lo que
nadie la apoda:
es la moda.
Pero que
esta niña, aunque
haya la edad
ya cumplido,
ayune...,
no..., ¿para qué?
padece mucho
latido...
¡Pobrecita!...
¿entiende usted?
Decirlo
serían sandeces
y vejeces.
Que don
Fulano de Tal
ande como un
caballero
gastando
mucho dinero
y jugando
liberal,
sin
ocupación ninguna,
es fortuna.
Mas no debe
sorprender
si este mi
señor se trata
tan bien,
porque su mujer
¿y él no la
podrá vender
y comprar
porque algo ataje
un plumaje?
Don
Gerundio, sí, es afable,
humilde,
condescendiente;
su mujer es
intratable;
pero él,
como es tan prudente,
no halla
miedo que le hable.
Él es pobre
y ella rica,
y se explica?
Este hombre
nunca en su casa
(aunque hay
bastantes vidrieras)
podrá saber
lo que pasa;
dice: que
ésas son frioleras,
que mejor es
la cachaza.
Yo de su
bondad infiero
que es
tercero?
Que a su
mujer la maltrate
don Juan,
¿sabe usted por qué?
porque se
rompió el petate;
aunque él
gasta en el café
más que en
pan y chocolate.
Si no es
ruindad y embriaguez
esto, ¿qué
es?
Él no sabe
trabajar,
pero trajo
un dotecillo
su mujer,
que ha de acabar
en el monte,
en el tresillo,
en los
gallos y el billar.
Esta
costumbre, decía,
es la del
día?
¡Que aquel
otro con su dama
gaste con
garbo y franqueza,
y que a su
mujer que lo ama
niegue el
gasto de la mesa
y asistencia
de la cama!
¿Qué hará
esta infeliz mujer?
Padecer,
pues se mira
aborrecida
de un
adúltero traidor,
que por una
prostituida
la trata con
tal rigor
que teme
perder la vida.
Destiérrense
todos cuantos...,
mas ¡son
tantos!...,
Que dos o
tres tontonazos
por sabios
quieran pasar,
y no tengan
embarazos
para hacer
así escuchar
a gritos y a
sombrerazos.
¿Hay mucho
de esto por ahí?
A que sí.
Pero que (si
viene a mano
diez pesos
apostaré)
el erudito
más vano
de éstos no
responde a usted
¿qué quiere
decir cristiano?
¿Y qué tal,
perderé yo?
A que no.
Que es la
crítica pesada
para el que
está comprendido
en ella,
¿quién dice nada?
que el que
la hizo no es instruido,
porque está
muy mal hablada,
no debe
hacer novedad,
es verdad.
Como que es
bueno coger
el grano y
dejar la paja;
pero que se
quiera creer
que mi pobre
pluma raja
a este
hombre, a la otra mujer,
y estocada
cierta tira,
es mentira.
Querer en
agua escribir
y en
desierto predicar,
lo mismo es
que presumir
que se puede
remediar
al mundo con
discurrir
críticas
sobre este asunto.
Mas
pregunto:
¿una crítica
faceta
es vana en
toda ocasión?
¿cuántas
veces a un maleta
no lo
corrige un sermón
y enmienda
una chanzoneta,
si la lee en
tiempo oportuno?
¿Serás uno?
Es de un
precio sin igual
la verdad;
pues no hay remedio,
ha salido ya
al Portal
tan barata,
que por medio
compre el
que quiera un costal,
y no de la
disfrazada;
LA PELADA.
(1) Pliego suelto; 8 pp. en 8°
Imprenta de Jáuregui. S. 1. ni f. de i. Como se aclara en el prólogo, con este
poema se inicia la polémica que sostuviera Fernández de Lizardi con J. M.
Lacunza y otros poetas colaboradores del D. de M. desde fines de
octubre de 1811 hasta febrero de 1812. (Falta la segunda parte de este poema El
perico y la verdad.) José María Lacunza inició sus ataques a Fernández de
Lizardi. con el artículo Palo de ciego publicado en el Diario
de México el jueves 31 de octubre de 1811. Cf. Palo de ciego,
pp. 3, 5, 6, Palabritas al autor de la carta del núm. 2220, pp.
7-8, Respuesta a D. A. O., pp. 11-13, Aplaudo al mérito.,
p. 17, Críticas a las poesías de José Joaquín Fernández de Lizardi,
pp. 31, 33, 34, 44, Décima. Producción de un zángano, p. 47, Contestación
a Quien llama al toro sufre la cornada, pp. 48-50, 52, 53, 55-58, Fábula.
El piojo y las hormigas, pp. 65-67, en José Joaquín Fernández de
Lizardi Amigos enemigos y comentaristas I-1(1810-1820).
(2) jarabe: baile popular
típico de los diversos pueblos de América; especie de zapateado o escobillado,
con movimientos, taconeos, giros y variantes peculiares en cada localidad;
semejante a la jota, en lo general. Recibe distintas denominaciones específicas
regionales. Santamaría, Dic. mej.
(3) túnico. Cf. nota 4
de Ninguno diga quién es, que sus obras lo dirán.
(4) cuerno y alacrán. Cf.
nota 4 de Quejas de algunas mujeres en el tribunal de Apolo.
(5) pámpano: especie
de pez muy sabroso, abundante en las aguas del Atlántico, desde México hasta
Panamá. Santamaría, Dic. mej.
(6) paseándose en el Portal: el
Portal de Mercaderes, antiguo lugar de comercio frente a la Plaza de Armas en
la ciudad de México.
(7) chula (o). Cf. nota 2
de La muerte y funeral del gato.
EL PERICO, Y
LA VERDAD,
O CONTINUACIÓN DE LA VERDAD PELADA(1)
INTRODUCCIÓN
Compró un
Loro la verdad,
a quien su
musa le influía,
(Polymnia,
pienso sería,
que es dada
a moralidad.)
Un día por
casualidad
oí al Loro,
que en su palo
a su ama le
decía: malo,
malo es
decir las verdades;
pero si
algunas maldades
se
enmiendan...; ¡Ay, qué regalo!
Así dijo; y
con su pico
comenzó a
decir primores.
Yo nada digo
Señores,
son verdades
del Perico.
Allí va una
madamita
con túnico y
con mantilla...
¿será alguna
Señorita?
¿No? que es
una coquetilla
¿Saben quién
es? Fulanita.
¿No es esto
procacidad?
¿Es verdad?
Esta pobre
se atavía,
y se condena
a ayunar,
por ver si
en su cofradía
se le
asientan a la par
hermanos, de
noche y día.
¿Será buen
fin al que aspira?
Es mentira.
Que nadie de
estas ignora
que la Dama
de este Jaez
cuando sale
bien(a) mejora
de casa, y
en San Andrés(2)
entre mil
dolores llora
su asquerosa
libertad:
Es verdad.
¿Y habrá
coqueta por esto
que tenga
algún enemigo?
No; porque a
costa del sexto
todo
hombre (b) ha de ser su amigo
como pueda
haber pretexto.
Que esto es
nuevo, ni que admira,
Es mentira.
Que a aquel,
que a pensar empieza
en casarse
ya, el demonio
le figura
con viveza
las cargas
del matrimonio,
y más las de
la cabeza,
que pesan en
realidad,
Es verdad.
Pero que
esta sea la excusa
cierta sola
porque no
se casa,
como ahora se usa,
eso sí,
dúdolo yo,
oiga usted
lo que mi musa
tan
maliciosa me inspira,
Y no es
mentira.
Que no son
los sinsabores
de los
casados a ratos,
la causa de
los horrores
que tienen
mil celibatos
al estado; y
sí, las flores
que aprecia
su libertad,
Es verdad.
Con tres
Dioses muy aprisa
lidian
éstos: ¡rara escena!
Cupido les
brinda risa,
Venus de
llagas los llena,
Mercurio los
martiriza,
y al
hospital los retira.
¿Es mentira?
Una vieja,
aunque no es beata
por lo menos
es tercera,
entra a
casa, y se dilata
con la niña
en la escalera,
y a
ocasiones se recata:
¿Será por
casualidad
no es
verdad?
La Madre en
nada repara
pues tiene
satisfacción
de ella, y
de su hija, y tan rara,
que al fin
la conversación
suele parar
en qué para;
Se enoja
Mamá, se admira.
¿Y es
mentira?
¿Ven la
grande fantasía
que ostenta
aquel en su coche?
pues debe
mucho a fe mía,
y es porque
pierde de noche
ciento, y
gana diez de día,
Ésta es
liberalidad,
¿No es
verdad?
Al casero no
pagó
el tercio en
el mes pasado;
pero un
caballo compró,
que en
treinta onzas lo han tasado.
¿Qué será
esto? Que sé yo...
¿Quizá un
gran comercio gira?
Es mentira.
Aquí hizo
una pausa el Loro,
y dijo
luego: ¿Quién pasa?
Una
niña. ¿irá a su casa?
No, que anda
buscando el -oro.
¡Ay de mí!
afligido lloro
mi infausta
estrella, mi suerte...
mi ama me
enseña, y divierte...
Ella le
dijo: Animal,
calla; que
eres tan fatal
que nadie
querrá tenerte.
Entonces se
sacudió
el Lorito, y
revolviendo
su alimento,
entre comiendo,
y cantando
prosiguió.
¿Han visto
Señores
cosas tan
bonitas,
como ver
coquetas
muchas
Señoritas?
¿de éstas
que se adornan,
y que andan
en coche;
aunque su
opinión
ande a
troche moche?
Pícaras
ingratas,
que a sus
compañeras,
(cuando de
ellas se habla)
mandan a
galeras;
sin ver que
las pobres
tal vez por
dos reales...
pero ellas,
¿por qué?
sólo por ser
tales.
¿Han visto
que algunas
del cuerpo
doncellas,
vírgenes no
son,
por no
querer ellas?
¿Y con sus
vestidos
hacen tanto
mal,
que tal vez
exceden
a las del
Portal?
Si el pecado
de éstas
no tiene
disculpa,
mujeres
profanas,
¿qué no
tenéis culpa?
nos mostráis
los pechos,
los brazos,
y espaldas,
las
piernas... y acaso,
os cubren
las faldas:
sólo sois
instruidas:
en cantar
boleras,
bailar el
loquito,
y otras mil
frioleras:
por más que
los padres
prediquen
sermones,
siempre sois
vosotras
como los ratones:
Oye este
animal
el maullo
del gato,
se
asusta:... mas sale,
luego de
allí a un rato;
Pues oid, si
queréis
verdad de un
Perico,
pelada, mal
dicha...
rajad... yo
me explico:
A las buenas
siempre
mi obsequio
prosterno:
a las
descaradas
¿qué?...
vayan a un cuerno.
A vosotras
digo,
mujeres
profanas;
que aunque
seáis doncellas
parecéis
mundanas:
La muerte
del alma
entra por
los ojos.
Esto Dios lo
dice,
(por si os
diere enojos.)
¡mirad;
cuántas almas
heis a Dios
matado
con este
maldito
traje
descocado!
Quien ve a
la mujer
con mala
intención,
ya pecó con
ella
en su
corazón.
Dios también
dice esto;
y muy bien
veréis
de cuántos
delitos
la causa
seréis.
Mas, decir
pudiera;
pero temo
que,
algunas se
enojen,
Pero ahora
verán
cómo me
murmuro:
¡qué estilo
tan frío!
¡qué metro
tan duro!
Parece
estribillo,
verso de
jarana;
así quise
hacerlo
porque me
dio gana.
¡Qué tonto
es el Loro!
(dirás) ¡qué
mal poeta!
pues si no
te gusta,
toca la
trompeta.
(1) En Obras XIV, pp.
5-12.
(a) Puede estar galica, e ir a las
recogidas, lo que será para darse a Barrabás.
(2) Hospital de San Andrés. Los
heridos por riña "eran enviados al hospital de San Andrés en donde se les
tomaba su declaración". Además, los presos debían prestar servicio
comunitario en dicho hospital. Cf. Teresa Lozano Armendarez, La
criminalidad en la ciudad de México 1800-1821. México: UNAM, Instituto de
investigaciones Históricas, 1987, p. 182. (Serie Historia Novohispana /38). El
edificio, convertido en hospital en 1779, por una peste de viruelas, fue el
Colegio de San Andrés de los jesuitas, clausurado por la expulsión de éstos en
1777. Estuvo situado frente al Colegio de Minería, hoy lugar ocupado por el
Museo Nacional de Arte, antes Palacio de comunicaciones.
(b) Se habla con los libertinos.
(c) Quien desee instruirse más en
el recato que deben observar las doncellas, lea la Epístola que san Jerónimo
escribió a la virgen Eustoquio, y aprendan las señoras cristianas de las
gentiles griegas: tenían éstas tal modestia en sus trajes, que cuando iban a
alguna visita, les llevaba un criado los adornos y joyas de lujo; en la casa se
los ponían, y para salir a la calle se los quitaban, para andar en público con
la moderación que acostumbraban.
EL SUEÑO DE
LA ANARQUÍA(1)
La triste
noche con su negro manto
ayer apenas
con horror sombrío
la tierra
envuelve en pavoroso luto,
cuando
embargando el sueño mis sentidos
me pareció
que estaba en el paseo
que aquí
suelen llamar Campo florido.
Era yo junto
a un árbol reclinado,
triste,
solo, confuso y pensativo
de los
trabajos de mi cara patria,
aún más que
de los míos y de mis hijos.
La tarde
estaba plácida y risueña;
el dulce y
amoroso cefirillo
halagaba los
álamos y sauces,
cuyas hojas
hacían un blando ruido.
Las personas
devotas con modestia
se dirigían
también en aquel sitio
al santuario
do adoran a la Madre
del
verdadero Dios único y trino.
Por otras
partes coches y caballos
daban un
espectáculo muy lucido.
La inocente
niñez se divertía
con
carreras, con saltos y con brincos,
tirándose en
la grama de aquel campo
cual si
fuera en el lecho más mullido.
Cerca de mí,
en dos sauces un columpio
estaba bien
dispuesto y prevenido.
Del uno y
otro sexo una camada
de jóvenes
alegres y provistos
de
bandolones y vihuelas llegan;
tienden sus
capas por aquel recinto,
se sientan,
tocan y con dulces pechos
comienzan a
cantar varios zorcicos,
sainetes y
boleras. Luego vienen
con coronas
de rosas unos judíos;
las compran
las muchachas, se las ponen
y mandan
traer manjares muy sencillos.(a)
Su gusto se
les cumple en el momento
y en medio
del placer y del bullicio
meriendan
frugalmente; pero apenas,
por su
desgracia, cuatro o seis borricos
junto a
ellas pasan, cuando seis traviesas
se levantan
y corren; sus maridos,
deudos o
hermanos van también con ellas,
quienes con
más presteza que lo digo,
haciendo de
sus tápalos cabestros
amarran a
los burros del hocico,
les echan en
el lomo las chaquetas
por
palafrenes y, con el auxilio
de los
mozos, se suben y maltratan
al animal
paciente, que remiso
no quiere
andar aprisa; se incomodan
con tanta
gravedad los pajecillos,
y cortando
unas varas los azotan
y los hacen
andar al trote listos.
Entonces las
jinetas, que rabiaban
por hacerlos
correr, dan mil chillidos
y a cada
instante piden los detengan;
mas sus
preceptos son desatendidos
de sus pajes
de honor, que apetecieran
verlas
regadas por el suelo mismo.
Un burro
viejo y flaco, cabizbajo,
a empujones
mudaba algún poquito;
era el más
flojo de sus compañeros
y el más
humilde, dócil y sufrido,
pues cuando
lo azotaban solamente
sacudía las
orejas. ¡Pobrecillo!
Ya estaba la
muchacha por bajarse,
cuando un
joven halló fácil arbitrio
para hacerla
enojar, y fue meterle
la vara con
primor en su orificio.
Entonces el
infeliz, no acostumbrado
a semejante
espuela ni castigo,
agacha la
cabeza y mesurado
tira la
hermosa carga al primer brinco.
Ésta da un
grito al caer: suelta el burro
para alzarla
del suelo, y el pollino
no espera
las resultas; antes corre,
el tápalo
llevando en el hocico.
Todas las
compañeras al momento
echan pie a
tierra; vienen al auxilio
de la pobre
jineta, a quien encuentran
sin novedad
ninguna; van al sitio
do las tías
y las madres las esperan
y las
regañan por su poco juicio,
como si en
esa edad muy fácil fuera,
y es la
ocasión vencer el apetito.
La música
sigue por las cobardes
y al columpio
se tiran las de brío.
Sobre quién
ha de ser la preferida
sus
altercados hay; mas el cariño
que tenían
todas a la más bonita
le dio la
preferencia. ¡Qué prestigio
es el de la
hermosura que sin celos
respetar se
hace de su sexo mismo!
Era graciosa
y linda la muchacha,
de un cuerpo
muy gentil y muy erguido:
sobre un
hermoso blanco, sus mejillas
no tenían
que envidiar el colorido
de las
alejandrinas; los sus ojos
alegres,
negros, grandes y muy vivos
brillaban
como brillan dos luceros
en cielo
raso en el invierno frío;
su nariz
afilada; su boquita
era un
clavel pequeño y purpurino;
en su alto
pecho, blanco y bien formado
se advierten
elevar unos globillos,
que si no
son esferas celestiales
son de
natura adornos muy más lindos.
Su traje era
modesto, y bien mezclados
estaban lo
elegante y sencillo.
El túnico(2) de
blanca muselina
era y tenía
bordados mil ramitos
de oro y a
largos trechos; una cinta
color de
cielo ataba su corpiño;
medias de
seda las sus bellas piernas
y un zapato
de aurora el pequeñito
pie le cubrieran
con honesta gracia.
Ya que
estaba sentada en el columpio,
se hace
amarrar los pies con un pañito
que el
túnico sujete por modestia,
y comienza
el retozo y regocijo.
En las
fuertes mecidas el peinado
se le
deshace y los rizos
el aire
adornan libres y volando.
Sus mejillas
se encienden y más lindo
se pone su
semblante cada rato,
luchando con
el gusto y el peligro.
Al verla
descender desde la altura
coronada de
rosas y jacintos,
me parecía
bajaba de los cielos
la hermosa
madre del vendado niño.
Con objetos
tan varios y agradables
huyó del
corazón mi humor sombrío,
pues
parecíame estar en una Arcadia.
¡Tal estaba
de alegre y divertido!
Mas ¡ah! que
los placeres de esta vida
muy cortos
siempre son y fugitivos.
Cuando yo
más contento me soñaba
comienza a soplar
recio el norte frío;
suben las
nubes de los horizontes;
del sol
ocultan los hermosos brillos;
todo el
cielo se entolda y obscurece,
tempestad
anunciando. Al tiempo mismo
huyen los
concurrentes a sus casas
y solo quedo
en el ameno sitio.
La tristeza y
horror otra vez cubren
mi corazón
confuso y abatido.
Crece la
tempestad; el aire cruje;
truenan los
cielos; rayos repetidos
mi
existencia amenazan. Me levanto;
huir quiero;
¿pero a dónde? De improviso
sacude un
terremoto todo el globo
con tal
furor, que de sus mismos quicios
parece que
los cielos se desploman
y se vienen
abajo. Yo, afligido
y acosado
del susto, sólo trato
de ver cómo
me salvo del peligro.
Quiero
correr, mas ¡ay! que fuera en vano.
A cada paso
se abre un precipicio
debajo de
mis pies, y uno entre tantos
tan profundo
se abrió que vi el abismo.
De él salen
con bramido estrepitoso
tres Furias
infernales. Sus vestidos
eran de
fuego y sangre, y de serpientes
crinadas sus
cabezas. Yo no he visto
semblantes
más horribles. En sus ojos
la Parca se miraba
y exterminio
contra todo
mortal. Sus fieras manos
tres teas
ardientes con furor maldito
llegaron a
ocupar, y en el momento
volaron
todas dando un alarido
tan triste y
espantoso que no pudo
mi espíritu
sufrir. Un cruel deliquio
dio conmigo
en el suelo. A poco rato
me pareció
volver de un parasismo
y
halléme..., ¡oh, dulce susto! ¿quién pudiera
otra vez por
mi dicha repetirlo,
por ver a mi
mentora cariñosa
halagándome
tierna? Halléme, digo,
en el regazo
de una ninfa bella,
que llena de
bondad así me dijo:
—Mortal
cobarde..., vamos..., no desmayes;
infelice,
recobra tus sentidos;
dirígeme tu
vista... ¿Me conoces?
Yo soy tu
buena amiga. A darte auxilio
vengo como
una madre. Nada temas;
seguro vive
en el regazo mío.
A tan
tiernas palabras yo no pude
impedir de
mis ojos el dominio.
Lleno de
gratitud y de amor lleno,
alzo la
vista y una diosa miro.
Ella era la
Verdad, bien la conozco;
al momento
la adoro, me arrodillo,
y que me
libre de las Furias sólo
humilde y
prosternado le suplico.
Ella me dice
con semblante grato,
mirándome
con ojos compasivos:
—No toca a
la Verdad hacer felices
a los
mortales, no, caro hijo mío.
Ellos, pues
razón tienen, serlo deben
aprovechando
siempre mis avisos.
Yo no ceso
de dárselos, lo sabes,
y aun por mi
órgano a veces te he elegido;
pero no
quieren creer mis advertencias
y se hacen
desdichados ellos mismos.
—Es muy
cierto, señora —le respondo—.
En el mundo
tenéis pocos amigos.
¿Pero no me
diréis a qué salieron
esas tres
Furias del horrendo abismo?
—A perder a
tu patria.
—¡Santo cielo!
¿A perder a
mi patria?
—Te lo he
dicho
y te lo he
de mostrar.
En
ese instante
un carro de
oro apareció lucido,
tirado de
unas águilas rapantes
de parda
pluma y encorvado pico.
—Sube —dijo
la diosa—; y yo, temblando,
subo sin
replicar, pues no resisto
jamás a la
Verdad, por más que digan
mis crueles
e ignorantes enemigos.
Las águilas
volaron al momento,
y como en un
furioso torbellino
subimos a
las nubes, de do pude
ver todo el
septentrión a un tiempo mismo.
Pero ¿qué
vi? ¡Oh, dolor! ni recordarlo
quisiera en
esta vez. Yo me horrorizo;
mas por si
puede ser de algún provecho
a mi adorada
patria, ya lo escribo.
Vi en
movimiento todas las provincias,
sus calles
ocupadas de un gentío
numeroso en
cada una, revolteando
sin armonía,
sin orden y sin tino,
así como
hormigueros donde vagan
miles de
insectos sin razón o juicio.
Pero en este
desorden yo no vía
desastrosos
estragos ni peligros.
Mi
admiración notó la mi mentora
y así me
habló su labio peregrino:
—Tres años
ha que está tu patrio suelo
sin ciertas
leyes ni gobierno fijo.
Ayer sujetos
a unas, hoy a esotras,
variando a
cada paso de ministros;
ayer
queriendo reine un extranjero,
hoy
coronando al Iturbide su hijo;
ayer le
hacían a este héroe su apoteosis,
hoy lo
destronan y es el hombre inicuo;
ayer, en fin,
la monarquía proclaman,
hoy son
republicanos decididos.
Tan grandes
convulsiones y mudanzas
otro tiempo
la historia hubiera escrito
con sangre
de los hijos de la patria,
cuyo
estrago, por dicha, tú no has visto.
A este
gobierno ciertamente el nombre
de anarquía
moderada le convino.
Tal paz ha
sido fruto de las luces
del diez y
nueve venturoso siglo
y de la
unión también; si ésta la rompen,
¡infeliz
Anáhuac! su fin predijo.
En esto vi
lanzarse a las provincias
las Furias
dando formidables gritos.
Los concursos
penetran, los dividen
y ya todos
se llaman enemigos.
Ni religión
ni sangre los contienen,
ni unas
costumbres, ni un idioma mismo.
Es todo
confusión, todo venganza,
encono,
oposición, rabia, delirio.
Pero do
quiera se miran los cañones,
bombas,
granadas y otros mil malditos
bélicos
instrumentos de muerte
de que se
hallan los hombres prevenidos.
República
proclaman las provincias,
generalmente
con sonoro grito.
Central
algunos quieren; pero todos
su voto dan
por el federalismo.
Sin embargo
estos votos aún no iguales
la oposición
anuncian de partidos.
Unos a la
república defienden;
otros
sostienen el tolerantismo;
éstos dicen
que no, que tal gobierno
la religión
destruye de Dios Cristo,
y monarcas
quieren los serviles
por obtener
bordados y destinos.
Hay quien
grite con furia: viva España,
y otros:
viva Iturbide; ¡qué delirio!
Entre los
liberales no son unos
los
sentimientos, no, son bien distintos.
Unos nuevo
Congreso están pidiendo;
convocatoria
nueva ya han pedido,
de nulidad
diciendo de estas Cortes;
y otros
dicen que no, que no convino
semejante
mudanza, que no se haga,
que el
Congreso es legal, que siga el mismo.
En esta
divergencia de opiniones
se aumentan
los impresos, los escritos
y las
conversaciones. No se escucha
de la razón
el eco persuasivo;
todos
quieren tenerla: ceder a otro
lo tienen
por bajeza o por delito.
En esto se
enfurecen y disponen
aclarar su
justicia con los filos
de las
crueles espadas, con las balas,
con la ira y
su recíproco exterminio.
Tocan al
arma, reúnense en millares.
Del cañón el
estruendo y estallido
su efecto
indica: caen los ciudadanos
unos sobre
otros; el furor impío
de la cólera
crece; ya se mezclan
los
hermanos, los padres y los hijos;
no quieren
conocerse; todos miran
en el que
está delante un enemigo;
todos se
hieren con furor insano;
la negra
sangre corre en anchos ríos,
la espesa
polvareda hace una nube
que impide
ver dó se dirige el tiro,
y entonces
encarnizados, ciegos, locos,
se matan los
amigos con amigos.
Ya es todo
confusión; ya no se escuchan
las cajas,
las cornetas ni los pitos;
ya no hay
jefes que manden, pues ninguno
es ni puede
ser obedecido.
El ruido de
las armas, los lamentos
de los que
caen heridos, los relinchos
de los
briosos caballos, los insultos
que todos se
hacen con furiosos gritos,
no dejan oír
la voz de los que mandan
y obedece
cada uno su capricho,
su cólera y
furor. La Parca fiera
en torno
vuela del funesto sitio,
víctimas mil
a mil sacrificando
de su
guadaña al acerado filo.
Cansados de
matarse y despechados,
de los pocos
que quedan, los residuos
unos huyendo
de otros se retiran,
pero siempre
irritados, vengativos
y jurando
morir antes que nadie
los haga
sucumbir a su partido.
Luego que
aquel enjambre se disipa
vuelvo la
vista al campo. ¡Oh, Dios, qué miro!
De cadáveres
yertos mil escombros
por la
tierra se miran esparcidos
entre
caballos muertos, muchas armas
y otros
despojos; claman los heridos
que, nadando
en la sangre, favor piden
al cielo
santo con horribles gritos.
Quito la
vista de este triste cuadro,
y hacia otro
punto trémulo dirijo
mis ojos
anegados en el llanto,
y miro que
unas tropas, ¡oh, Dios mío!
venciendo
una ciudad, entran furiosas
a fuego y
sangre: sólo haber nacido
un crimen
era para los caribes.
Hombres,
mujeres, inocentes niños,
mozos y
viejos, nada perdonaba
su furor
alevoso y vengativo.
La púdica
doncella y la casada
a vista de
sus padres y maridos
se violan, y
después... ¡oh, qué fiereza!
las pasan
los soldados a cuchillo.
Las Furias
vuelan por doquier, llevando
el fuego por
las calles y edificios.
Sus ominosas
teas nada perdonan:
arden los
templos del piadoso Cristo,
y sus
vírgenes son sacrificadas
a la
venganza y al furor lascivo.
Ardiendo las
ciudades, nadie encuentra
inmunidad ni
aun el menor asilo.
La fiel
esposa corre apresurada
en pos del
caro esposo; con un niño
vaga una
triste madre, por si puede
librar al
inocente del peligro;
el
valetudinario, el pobre viejo,
huyen con
paso débil y tardío
de la
terrible muerte que los sigue,
y siempre
encuentran en los crueles filos
del sable,
espada, lanza y bayoneta
de sus
despiadados enemigos.
Los que
están en el campo se contemplan
seguros de
la muerte...; ¡qué delirio!
Sacan al
labrador para que aumente
las filas de
verdugos y asesinos.
Decae la
agricultura y el comercio;
las ciencias
se entorpecen; los oficios
o las artes
fabriles no se ocupan.
A esto se
sigue la hambre y la miseria
y, por un
consiguiente muy preciso,
la peste,
que se extiende por los miasmas
que la
atmósfera llenan corrompidos.
En breve
tiempo, ambas a dos plagas
a cuantos
olvidaron los cuchillos
sepultan en
la huesa. Ya a mis ojos
no es
nación, no es Anáhuac el que he visto;
es un triste
desierto donde vagan
pocos
hombres cobardes y mendigos.
A este
momento la imperiosa España,
en Veracruz
teniendo su castillo,
la ocasión
aprovecha y a Bretaña
equipados le
pide diez navíos.
Ármalos con
los suyos y extranjeros
que por la
Europa vagan, atenidos
al robo y al
pillaje. Desembarcan
por
Veracruz, por Soto y por Tampico;
se reúnen y
se aprestan a la guerra;
mas cuando
creen hallar un enemigo
que alguna
resistencia les hiciera,
hallan un
continente que destruido
se ha por su
misma mano, un esqueleto,
una vil
sombra de lo que había sido.
La misma
compasión los mansedumbra
y, más
humanos que nosotros mismos,
indulto nos
prodigan, y nosotros,
creyendo en
su piedad hallar abrigo,
nos acogemos
a él, y en un instante
esclavos
somos: nuestros caros hijos
no verán más
la libertad deseada,
porque
nosotros mismos los vendimos
con nuestra
divergencia de opiniones,
con nuestra
insensatez y fanatismo.
Soñando así
pensaba, y doloroso
los ojos
vuelvo, a mi diosa miro
con
expresión muy tierna; ella me dice:
—Tú adoras a
tu patria, hijo querido,
y yo
también...; ya está; yo no quisiera
que escena
tan terrible hubieras visto;
pero esto
aún no sucede; y porque nunca
llegue a ser
realidad tal vaticinio,
te lo he
mostrado en sueños: tú, despierto,
avísale a tu
patria su peligro.
Éste les
amenaza si prosiguen,
como hasta
ahora parecen, desunidos.
No hay
gobierno tan malo como tenga
súbditos
ilustrados y sumisos,
que un
centro reconozcan y que atiendan
de la razón
el elocuente estilo;
pero si por
desgracia se desunen,
si cada uno
prefiere su capricho
al bien de
todos, ¡infelice reino!
la anarquía
lo destruye, Dios lo dijo:
no es reino
mi nación, será desierto
el pueblo
que en sí se halle dividido.
—Conque en
fin ¿todo es falso?
—Todo es
falso;
pero ten
entendido, ¡oh, hijo mío!
que si se
desunieren las provincias;
si cada uno
siguiere los prestigios
de su
imaginación; si en un Congreso
no reconocen
el asilo fijo
de su
felicidad; si se separan;
si adoptan
cada día planes distintos
y formas de
gobierno diferentes,
todos
perecerán: ya te lo he dicho.
Dilo así a
tus paisanos, por que nunca
digan que la
Verdad no les dio aviso.
Y en prueba
de que quiero el bien de todos,
recibe esta
expresión de mi cariño.
Dijo, besóme
y fuese. Yo, embriagado
con tal
gozo, despierto. ¿Quién ha dicho
que un pesar
no despierta como un gusto,
cuando el
gusto o pesar son excesivos?
Si útil
pudiere ser éste mi sueño,
la patria lo
sabrá, ya yo lo escribo.
(1) Pliego suelto; 12 pp. en 4º
Puebla, 1823. Imprenta liberal de Moreno hermanos.
(a) Como tamales y atole de leche,
que es lo que aquí se vende.
(2) Cf. nota 4 de Ninguno
diga quién es que sus obras lo dirán.
DÉCIMA A
MARÍA SANTÍSIMA DE GUADALUPE(1)
Hoy, entre
una y otra rosa,
de mil luces
circundada,
de la Sión
más elevada
baja María
presurosa.
¡Oh, qué
linda y qué graciosa
se retrata
en este ayate,(2)
y su
majestad abate
para
mostrársenos pía!
Pues dulce
madre María,
tu favor nos
dilate.(3)
(1) Cf. nota 1 a Décima a
san Felipe...
(2) ayate. Manta tejida de
fibras de maguey. Ahora no se usa como vestido sino como manta para cargar
diversas cosas.
(3) En 1531 la Virgen de Guadalupe
se apareció a Juan Diego en el Tepeyac. Se vio pintada la imagen de la Virgen
cuando el indio quiso mostrar las rosas que llevaba en su tilma al obispo
Zumárraga para comprobar la embajada mariana. "Atravesando en uno de sus
viajes una serranía árida, cubierta de espinas y malezas, que terminaba en las
orillas de la laguna, por lo que en el idioma mexicano se le llamaba Tepetlyecaczotl que
los españoles pronunciaban Tepeyac, que quiere decir nariz del cerro,
Juan Diego oyó una música tan suave y armoniosa que nunca la había escuchado
igual, ni entre los españoles ni entre la gente de su país."
"Detúvose para observar de qué parte venían estas armonías, entonces vió
un arco-iris de bellísimos colores, y en medio de una nube blanca y
transparente, la figura de una mujer de hermoso y apacible rostro vestida á poco
mas o menos como usaban las indias nobles y ricas de esos tiempos. Juan Diego
se acercó sin temor, y entonces la Señora le dijo que era la Madre de Dios, que
deseaba que le edificase un templo en aquellos lugares, y que dispensaría su
protección y amparo a los que de corazon se acogiesen á ella. Ordenó asimismo a
Juan Diego que inmediatamente refiriese al obispo lo mismo que había visto y
oído." "El indio refirió sencillamente lo que le acababa de pasar,
dejó caer las dos puntas de su tilma para mostrar las flores y entonces el
obispo y los circunstantes cayeron de rodillas ante la imagen que apareció en
la capa ó ayate del feliz y afortunado Juan Diego. Este suceso
aconteció del 9 al 12 de diciembre de 1531, á los diez años cuatro meses de la
Conquista, siendo Pontífice Clemente VII y rey de España el emperador Carlos
V." "Esta es la piadosa tradición transmitida de padres á hijos
respecto a la imagen que se venera en el santuario [...]. Los fundamentos de
esta tradición reposan en datos idénticos a los que han servido para esclarecer
algunos hechos de remota antigüedad, es decir, las pinturas simbólicas de que
los indios se servían para consignar los acontecimientos importantes, los
cantos populares y las relaciones de personas que vivían en una época inmediata
al tiempo que ocurrió el suceso."Diccionario universal de historia y
geografía, por Lucas Alamán, José María Andrade, Manuel Orozco y
Berra et al., México, Imprenta de F. Escalante y Ca., Librería de
Andrade, 1854, t. V, pp. 1000-1001.
EL GRITO DE
LIBERTAD
EN EL PUEBLO DE DOLORES(1)
Explicación
La América atada a España por la cadena de la
dependencia no podía salir de su triste apatía. Hidalgo(2) fue
el héroe destinado por el cielo para romper esta cadena: rompióla en efecto;
pero aún la América mantenía un pedazo en el tiempo de la insurrección.
Iturbide,(3) con los demás ilustres defensores de la libertad,
consumó esta grande obra el año de [1]821. Por eso la América corona a Hidalgo,
y a los demás héroes les ofrece los laureles de la gloria y las palmas del
triunfo, en medio de la paz y la abundancia.
1
A las
columnas de Hércules atada
infelice la
América yacía,
de una larga
cadena aprisionada;
y por mucho
que el mar la dividía,
de España no
se veía separada.
El peso de
su mal sólo sentía.
Y en tan
cruel situación y triste suerte
no había más
esperanza que la muerte.
2
Manirrota
dotó Naturaleza
a este feraz
y hermoso Continente
de virtud,
de talento y de riqueza;
más ella con
poder era impotente;
los vicios
la abatían y la pobreza,
y sus luces
brillaban casualmente,
siendo de
Europa con desprecio vista,
merced
a Hernán Cortés y su conquista.(4)
3
Ni una
vislumbre, ni una sombra había
de que la
infeliz patria sacudiera
tan cruel
esclavitud, tanta apatía
en que el
gobierno hispano la sumiera.
Ella su
libertad apetecía,
pero ¿quién
tal empresa acometiera?
Faltaba un
brazo fuerte, ¡triste pena!,
que osara
reventar esa cadena.
4
En su mayor
conflicto el justo cielo
se apiadó de
su triste desventura:
cifró su
libertad y su consuelo
en el brazo
decrépito de un cura,
que
inspirado de un patrio y santo celo
la libertad
de América procura.
Tributemos a
este héroe justos loores,
al gran
Hidalgo, cura de Dolores.
5
Dotado de un
valor extraordinario,
en una edad
decrépita y cansada,
del templo
sale y deja el incensario
por la
brillante y victoriosa espada.
Ya su plan
descubierto había un contrario
a nuestra
libertad, ¡acción malvada!,
Hidalgo al
ver frustada ya su empresa,
lejos de
intimidarse, le da priesa.
6
"Señores
—dice a Allende(5) y sus amigos—,
un traidor
nuestro plan ha descubierto.
Vosotros
sois de mis deseos testigos.
Todo se
había dispuesto con acierto
para librar
la patria de enemigos.
Vamos a
naufragar frente del puerto,
y en tan
crítico lance, si se advierte,
antes que
esclavitud, venga la muerte."
7
Dijo y al
punto libertad proclama,
solo, sin
armas, tropas ni dinero,
con Allende,
Abasolo,(6) el buen Aldama,(7)
y otros, dotados
de un amor sincero
a la
inocente patria que tanto ama.
Levanta el
brazo, vibra el fuerte acero,
a cuyo
impulso caen sin resistencia
las cadenas
de dura dependencia.
8
Ya por do
quiera libertad resuena
en este
vasto, hermoso Continente.
Sacude el león
hispano(8) la melena,
se encrespa,
se enfurece bravamente.
El eco santo
su cabeza atruena,
y en que
pierda(9) la presa ya consiente.
Entonces
agitado del abismo,
a su favor
invoca el fanatismo.
9
Fiel
corresponde el éxito a su intento,
en un pueblo
devoto e ignorante.
El Santo
Oficio,(10) tribunal sangriento,
con su arma
de papel, en un instante,
siembra la
división. ¡Fatal momento!
El
patriotismo se halla vacilante,
y a hombres
que no temían a los cañones,
los
acobardan las excomuniones.(11)
10
Hidalgo y
sus ilustres compañeros
no por eso
la empresa abandonaron.
Mil
victorias ganaron sus aceros,
y de
laureles se coronaron
en el campo,
venciendo a los guerreros,
que todos
sus recursos apuraron;
pero, por
fin, su fuerza ya destruida,
ésta dejaron
por inmortal vida.
11
No por eso
la patria desfallece.
Su amor se
aumenta en los valientes pechos
de los
americanos: siempre crece
el deseo de
rehacerse en sus derechos.
La libertad
con sangre más florece,
de esto
están los patriotas satisfechos,
y más al ver
cómo los santos cielos
les dan por
un Hidalgo un gran Morelos.(12)
12
A pesar de
las huestes enemigas,
que con
armas vencían y con cañones,
a pesar de
traiciones y de intrigas,
de
pastorales y de excomuniones,
de derrotas,
trabajos y fatigas,
patíbulos,
tormentos y prisiones,
el fuego
patrio en riesgos tan extraños,
no se pudo
extinguir después de once años.(13)
13
Dios, cuya
voluntad jamás impide
del hombre
miserable el torpe intento,
se valió de
la espada de Iturbide,
el que llevó
la empresa al cumplimiento.
Y el que
antes la opinión feroz divide
es de la
libertad el instrumento.
Él reunió la
opinión, y sagazmente
hizo a su
patria libre, independiente.(a)
14
Agréganse a
las filas trigarantes(14)
los jefes
más ilustres y valientes,
abjuran el
error que creían antes
de ver cual
crimen ser independientes,
y unidos
todos, finos y constantes,
se mezclan
con los viejos insurgentes,
y, logrando
de América blasones,
acaban de
quitarla(15) las prisiones.
15
Con razón,
pues, la patria agradecida
corona a
Hidalgo y a los héroes fieles
que en el
año de diez dieron la vida
por
desatarla sus cadenas crueles;
y con razón
le brinda y les convida
con palmas
de victoria y laureles
al ejército
patrio, que valiente
logró acabar
de hacerla independiente.
16
Pues si
todos a un fin han concurrido,
unos más
tarde y otros más temprano,
si la
América a todos ha debido
la libertad
del yugo iberitano,
no hay
motivo de celo ni lo ha habido,
pues
cualquiera es patriota americano,
y la nación
sensible, agradecida,
a todos
vivirá reconocida.
17
Con razón
hoy el liberal gobierno
el grito solemniza
de Dolores.(16)
¡Oh, quién
pudiera un monumento eterno
erigirles a
quier(17) libertadores,
que supieron
lanzar hasta el averno
la
esclavitud(18) con todos sus horrores!
Pero tal
monumento en cada pecho
de un buen
americano está bien hecho.
18
Viva la
libertad, sí, mexicanos.
Ya libres
somos hoy de los Borbones;
mas no muy
libres somos de tiranos
que
malquistan las sanas intenciones
tal vez de
los gobiernos más humanos;
ni menos
somos libres de pasiones
que a sufrir
nos obligan mil perjuicios.
Pues que no
hay libertad do sobran vicios.
19
En los
legisladores y en nosotros,
en el
gobierno y ciudadano honrado
consiste ser
felices unos y otros;
respetando
la ley el magistrado,
cumpliéndola
cada uno de vosotros,
y
persiguiendo todos al malvado.
Como tales
virtudes practiquemos,
si hoy somos
libres, siempre lo seremos.(b)
20
No perdamos,
en fin, americanos,
la libertad
que tarde conseguimos;
amémonos
unidos como hermanos,
si para
asegurarla nos unimos,
nadie la
arrancará de nuestras manos.
Libres hemos
de ser si esclavos fuimos,
con sólo no
perder de la memoria
que en
la unión es la fuerza y la victoria.
(1) Estos versos aparecieron como
folleto: Oficina de Ontiveros, año de 1825. No se confundan con la obra de
teatro del mismo título que editamos aquí mismo.
(2) Hidalgo. Cf. nota 3 a Carta
de un indio... Después de desempeñarse en varios curatos él pasó a Dolores.
La conspiración se había iniciado en Querétaro con la participación del
corregidor Miguel Domínguez y su esposa Josefa Ortiz de Domínguez. Hidalgo
encabezó la conspiración que debía estallar en octubre de 1810; pero ante la
denuncia de ella a las autoridades de Querétaro y Guanajuato, Hidalgo proclamó
la Independencia en Dolores, y éste fue el primer acto que inició la
insurrección: "Hidalgo y Allende al enterarse de los sucesos ocurridos en
Querétaro, comprendieron que no había tiempo que perder [...]. Cerca del
amanecer salió Hidalgo del curato, resuelto ya á proclamar la independencia.
Seguido de Allende, Aldama, don Mariano Hidalgo, don José Santos Villa, el
padre Balleza, diez ó doce sirvientes de Hidalgo y unas cuantas personas más.
Todas se dirigieron a la cárcel, cuyas puertas abrieron para liberar y armar á
los presos, con lo cual la pequeña fuerza ascendió á ochenta hombres, que se
armaron de palos, lanzas y espadas que tomaron del cuartel del pueblo.
Libertados y armados los presos, y unidos al naciente ejército liberador
algunos soldados del Regimiento de la Reina, la fuerza de Hidalgo alcanzaba al
amanecer del 16 de Septiembre como ochenta hombres [...]. Dirigióse Hidalgo á
la parroquia e hizo llamar á misa, á la que asistieron como de costumbre muchos
labradores. Entonces arengó á la multitud diciendo que se trataba de derribar
el gobierno de los españoles; que en lo de adelante los mexicanos no pagarían
tributo alguno, y por último, ofreció que pagaría 1 peso diario á cada uno de
los que se alistaran en su tropa llevando armas y caballo, y 4 reales al que
fuese á pie. Así comenzó la guerra más sangrienta y heróica de que haya sido
teatro el suelo mexicano". Leduc, Lara y Pardo y Roumagnac, op.
cit., pp. 282-283.
(3) Agustín de Iturbide
(1783-1824). Caudillo mexicano que consumó la Independencia al frente del
Ejército Trigarante. Fue emperador de México con el nombre de Agustín I.
(4) Hernán Cortés. Cf. nota 33
a Carta de un indio...
(5) Ignacio María Allende y
Unzaga. Cf. nota 4 a Carta de un indio...
(6) Mariano Abasolo (1784-1816).
Jefe insurgente. Se le atribuye haber salvado su vida por debilidad de carácter
en el momento en que lo enjuiciaron los españoles, habiendo caído preso en
Acatita de Baján, otros dicen que también contribuyeron a salvarlo los
esfuerzos que hizo su esposa María Manuela Taboada. Fue deportado a España.
(7) Juan Aldama (1770-1811).
Caudillo de la Independencia. Nació en San Miguel el Grande, hoy San Miguel de
Allende, y fue fusilado en Chihuahua.
(8) El león era símbolo de España,
el águila en cambio de América. En dos de susCalendarios históricos (1823
y 1824), Lizardi incluyó una lámina del águila mexicana con la siguiente
leyenda: "Mejicanos: sostengamos esta alegoría. La nación mexicana,
representada en la águila, tiene a sus pies los trofeos de guerra. En una mano
empuña el gorro de la libertad, y en el pico, en vez de víbora, la sentencia
mejor lleva". La sentencia dice "Con el valor y la unión se afianza
la libertad". VéaseObras XII, op. cit., p. 549.
(10) Santo Oficio. Se
instaló de hecho en la Nueva España en 1522 y formalmente el 4 de noviembre de
1571. (Los indios quedaron fuera de su jurisdicción desde 1573). El primer
inquisidor fue Pedro Moya de Contreras. Tribunal llamado por oficio a perseguir
delitos contra la fe, también tuvo una finalidad política al servicio de la
corona. Suprimido el 9 de junio de 1813 fue repuesto por Fernando VII en 1814.
Se extinguió definitivamente el 9 de marzo de 1820.
(11) El obispo de Michoacán, Manuel
Abad y Queipo, dictó el 24 de febrero de 1810 un decreto de excomunión de los
insurgentes Hidalgo, Allende, Aldama y Abasolo: "usando de la autoridad
que ejerzo como obispo electo y gobernador de esta mitra, declaro que el
referido Hidalgo, cura de Dolores, y sus secuaces los tres citados capitanes,
son perturbadores del orden público, seductores del pueblo, sacrílegos,
perjuros, y que han incurrido en la excomunión mayor del canon: Siquis
Suadente Diabolo, por haber atentado a la persona y libertad del Sacristán
de Dolores, del cura de Chumacero y de varios religiosos del Convento del
Carmen de Celaya, aprisionándolos y manteniéndolos arrestados. Los declaro
excomulgados vitando [...]. Asimismo exhorto y requiero a la población del
pueblo seducido, con el título de compañeros y soldados de armas, que se
restituyan a sus hogares y lo desamparen dentro del tercero día siguiente
inmediato al que tuvieren noticia del siguiente edicto, bajo la misma pena de
excomunión mayor, en que desde ahora para entonces los declaro incursos, y a
todos los que voluntariamente se alistaren en sus banderas, o que de cualquier
modo le dieren favor y auxilio". Ernesto de la Torre Villar, Moisés
González Navarro y Stanley Ross, Historia documental de México,
México, UNAM, Instituto de Investigaciones Históricas, 1964, vol. II, p. 38. El
mismo Fernández de Lizardi fue excomulgado por su Defensa de los
francmasones. VéaseObras XI-Folletos (1821-1822), edición, notas y
presentación de Irma Isabel Fernández Arias, México, UNAM, Instituto de
Investigaciones Filológicas, Centro de Estudios Literarios, 1991 (Nueva
Biblioteca Mexicana, 104), pp. 415-419. Dicho folleto circuló libremente hasta
que el día 20 de febrero de 1822 predicó contra él el carmelita José Acal; en
esa misma fecha se reunió la Junta de Censura Eclesiástica y calificó el
escrito como "erróneo, sospechoso de herejía, escandaloso, ofensivo de
oídos piadosos, temerario, injurioso a las autoridades tanto civiles como
eclesiásticas del Estado, y también fautor del cisma y del indiferentismo sobre
religión y sus sectas". Op. cit.; pp. 439-476. Lizardi llegó a
escribir una Segunda defensa de los francmasones (1822) y
una Verdadera defensa de los masones (1826). Cf. Obras
XII, op. cit., pp. 269-287 y Obras XIII, op. cit., pp.
769-784.
(12) Morelos. Cf. nota 4 a Carta
de un indio...
(13) La guerra de Independencia
duró de 1810 a 1821.
(a) Este elogio es a Iturbide,
libertador de la patria, y no a Agustín I, emperador de México.
(14) filas trigarantes. El
Ejército Trigarante o Ejército Imperial Mexicano de las Tres Garantías estuvo
integrado por las fuerzas de Iturbide y Vicente Guerrero. Las tres garantías
que defendían eran unión, independencia y religión.
(15) laísmo. Cf. nota c a No
me diga usted...
(16) Dolores. Dolores
Hidalgo, Guanajuato. Ciudad cabecera del mismo nombre. En su parroquia ejerció
el ministerio sacerdotal Miguel Hidalgo de 1803 a 1810, año en que se sublevó
contra el gobierno español. Una de las primeras disposiciones oficiales para
conmemorar el 16 de septiembre de 1810 deriva del documentoElementos o
puntos de nuestra Constitución, de Ignacio López Rayón. En el punto número
33 señala el calendario de festividades cívicas que los insurgentes deberían
solemnizar, enunciando en primer lugar el día 16 de septiembre. Morelos, en el
artículo 23 de Sentimientos de la nación dispuso también que
se solemnizara el 16 de septiembre y se recordara a Hidalgo y a Allende. En
1825 se celebró oficialmente por primera vez con una "Oración
patriótica" que pronunció Juan Wenceslao Barquera el 16 de septiembre, por
encargo de la Junta Cívica. Cf. Ernesto de la Torre
Villar, La conciencia nacional y su formación, comp. y pról. de...,
México, UNAM, Coordinación de Humanidades, 1988, pp. 9-10 y 18-21.
(17) quier. Aféresis de
cualquier.
(18) Desde 1810 Hidalgo y Morelos
hicieron declaraciones sobre la abolición de la esclavitud; sin embargo, el
primer paso para la manumisión de los esclavos se llevó a cabo el 16 de
septiembre de 1825 en la celebración del aniversario del Grito de Dolores.
Ellos pudieron redimirse con los fondos colectados para este efecto, o los que
fueren entregados voluntariamente por sus amos a una Junta Patriótica. La
ceremonia se efectuó con gran solemnidad en una tribuna frente a la Diputación
y con una declaración y discurso presidenciales.
(b) Esto alude a los propios
déspotas que oprimen a los pueblos a sombra de su autoridad, malquistando el
sistema y olvidando que el magistrado debe ser el escudo de la ley, y padre de
los pueblos que gobierna.
También alude a los viciosos, a
ladrones y perversos que afligen a la sociedad, y cuyo solo remedio fuera
juzgarlos por las leyes de Constantinopla. En todas las naciones hay malvados.
Las leyes severas y prontamente cumplidas los minoran.
CANCIÓN
AMERICANA DEDICADA A MARÍA SANTÍSIMA DE GUADALUPE
O HIMNO Y ALABANZAS POR EL PENSADOR MEXICANO(1)
Templemos
las gargantas
y suene
nuestra voz
cantándole a
María
una alegre
canción.
Ya la
gentilidad
antigüa se
acabó,
pues a este
feliz suelo
María lo
protegió.
MARÍA es de
GUADALUPE(2)
[y]a que
México honró
cuando a
nuestro Juan Diego(3)
amable
apareció.
Hijo Juan:
así le habla,
¿no sabes
quién yo soy?
la misma
cuya misa
a México vas
a oír.
Un templo
aquí pretendo
para hacerte
favor
a ti y a
cuantos busquen
mi dulce
protección.
Corre Juan
Diego, vuela,
ve del
obispo en pos,
dile que de
esta nueva
tú eres mi
embajador.
¡Qué dulzura
de madre!,
¡qué
grandeza, qué amor!,
¡qué dicha
AMERICANOS!,
¡qué noble
protección!
¡Qué empeño
de María!,
¡oh, y cómo
repitió
esas tiernas
palabras,
con que a
Juan saludó!
Ya se ha
significado,
pero aún no
basta, no,
que en la
tilma(4) del indio
graciosa se
pintó.
Allá en el
Tepeyac(5)
su imagen
nos dejó
en el ayate(6) tosco
que para
esto escogió.
La
apostólica sede
llena de
admiración
este grande
milagro
ya nos
ratificó.
¡Oh, nación
venturosa!
pues de ti
se escribió,
que el Señor
de las Gentes
con otra así
no obró.
Corresponde
muy tierna
a tan
crecido amor,
e imita las
virtudes
de la que
así te honró.
Y confiada
consagra
a MARÍA el
corazón,
y dile que
tu culpa
hoy del todo
expiró.
Y tú, tierna
abogada
de esta
grande nación,
aplaca por
quien eres
la ira de
nuestro Dios.
Y como tus
promesas
tu mano las
firmó,
cúmplelas
que rendidos
te lo
pedimos hoy.
Así tus
sacros cultos
es nuestra
devoción,
y aumenten
dulce Madre
en tu debido
honor.
¡Oh,
Trinidad inmensa!
sea a ti la
bendición
por las
glorias que inundan
a la indiana
nación.
Amén.
(1) México, 1835. Impreso por A.
Rangel, C[alle] del Olivo junto al Baño de las Delicias, número 22. No hemos
podido averiguar en qué año la publicó Lizardi.
(2) Guadalupe. Cf. nota 3 a Décima
a María...
(3) Juan Diego. Cf. nota 3 a Décima
a María...
(4) tilma. Del azteca tilmatli,
capa, manta de algodón o de lana de los campesinos, también conocida como
jorongo. Santamaría, Dic. mej.
(5) Tepeyac. Cf. nota 3 a Décima
a María...
(6) ayate. Cf. nota 2
a Décima a María...