понеделник, 13 юни 2022 г.

El Pensador Mexicano: los mejores poemas de Lizardi

 


POLACA

 

QUE EN HONOR DE: NUESTRO CATÓLICO MONARCA

EL SEÑOR DON FERNANDO SÉPTIMO

CANTÓ J. F. DE L.(1)

 

Viva el Sol de las Españas,

viva el Séptimo Fernando,

y cantemos celebrando

su deseada exaltación.

 

Huya de nuestra presencia

confusa y avergonzada

la perfidia disfrazada

con la capa de la unión;

huya toda infame intriga,

luzca el corazón infiel,

que detesta España fiel

la funesta seducción.

 

Viva el Sol de las Españas,

viva el Séptimo Fernando,

y cantemos celebrando

su deseada exaltación.

 

Lejos de aquí la impiedad

y la vil hipocresía,

que introducirse quería

en nuestro leal corazón;

cubra de mortal vergüenza

su semblante aborrecible

el infame y el horrible

monstruo cruel de la traición.

 

Viva el Sol de las Españas,

viva el Séptimo Fernando,

y cantemos celebrando

su deseada exaltación.

 

Sólo viva en nuestros pechos

paz, quietud, tranquilidad

y humilde fidelidad

con una perfecta unión;

sólo viva nuestro rey,

y con justa dependencia

tribútele la obediencia

toda fiel veneración.

 

Viva el Sol de las Españas,

viva el Séptimo Fernando,

y cantemos celebrando

su deseada exaltación.

 

Baje y celebre a Fernando

la Ninfa alada, y contenta

vea el objeto que presenta

noble espíritu de unión;

baje la Fama y publique

sobre la faz del gran mundo

el respeto más profundo

de la española nación.

 

Viva el Sol de las Españas,

viva el Séptimo Fernando,

y cantemos celebrando

su deseada exaltación.



(1) Es el primer poema conocido de Fernández de Lizardi; publicado en pliego suelto de 1 hoja en 4°, s. f. ni l. De i. Incluido posteriormente en la Colección de poesías que se han podido juntar escogiendo las que han parecido más dignas de darse en la prensa. Impreso en México, en la oficina de doña María Fernández de Jáuregui, calle de Santo Domingo, año de 1809. El subtítulo del libro señala que la celebración tuvo lugar en "julio 29 y 30 y 31" del año anterior. Esta Colección reúne 39 himnos en honor a Fernando VII, con motivo de su ascenso al trono; el número 12 corresponde a la "Polaca". Biblioteca de la Sociedad de Geografía y Estadística ejemplar de 2 pliegos publicado en 1808 Sutro. Guzmán (4210). Anaya, ficha 89, vol. I.

EL QUE DESDE CHICO ES GUAJE
HASTA ACOCOTE NO PARA (a)(1)

 

LETRILLA

 

Desde que yo era muchacho

oía decir a mi nana

que el que desde chico es guaje,

hasta acocote no para.

 

¿No ves a aquel cuya cuna

debe quizás a un cochero,

a un gañán o a un carnicero,

y por yerro de fortuna

logró casarse con una

mujer necia con caudal,

y hoy se pasea en el Portal

con aire de un personaje?

 

pues es guaje.

 

¿Y qué diré, si olvidado

de su humilde sencillez,

trata con fiera altivez

al deudo, al amigo, al criado

y al pobre que lo ha ocupado

creyéndolo caballero?

Diré que es un ruin grosero

este plebeyo ricote

 

y acocote.

 

Que quien noble y rico mire

a los pobres con desdén,

que ande tieso o con vaivén,

y que de mí se retire.

Que haga locuras, que admire

por aquella vanidad,

hija de su necedad,

no es mucho, pues, sin ultraje,

 

es un guaje.

 

Pero al que conozco yo,

que se supo aprovechar,

porque está en leche la mar,(2)

del principal que robó(3)

y de quien él se olvidó

con el ruido del dinero,

si dice que es caballero,

díganle que es un Quijote,

 

y acocote.

 

El muchacho desgraciado

que logró un bruto tener

por padre, que ni aun a leer

siquiera lo ha dedicado;

que lo tiene muy malcriado;

que jamás le ha dado oficio,

y que en la escuela del vicio

consiste su aprendizaje,

 

es un guaje.

 

Este pobre, de muchacho

será un guaje, ya se ve;

pero si así crece, ¿qué?

será un ladrón, un borracho,

un vago, un idiota, un macho;

y fundado en su ignorancia,

podrá probar sin jactancia

que es máquina u hotentote,

 

o acocote.

 

Que aquel mire con desdén

un papel, porque comprende

que aunque lo lea no lo entiende,

desde luego hará muy bien.

Pero si se encuentra quien,

a fuer de orgulloso y necio,

sin leerlo lo dé al desprecio,

sin duda será un salvaje

 

y un guaje.

 

Pero es peor en mi opinión

quien lo juzgue por el rubro;

en este pobre descubro

todo el juicio de un lirón,

y aunque aquí no es ocasión

de hablar de tales lectores,

el que lo haga así, señores,

merece que se le note

 

de acocote.



(a) Los refranes vulgares suelen ser los medios más seguros, para introducir en el vulgo algunas verdades que se le hacen desabridas si se les dan de otro modo por su seriedad. Aquí ya sabemos que el guaje es el calabozo redondo y acocote el largo.

(1) De este poema se tienen muy escasas noticias. González Obregón no lo menciona; Spell tampoco, tal vez por no haberlo encontrado en los informes de la Censura. Como otras composiciones de estos años, debe de haberlo publicado por vez primera en pliego suelto; pero hasta la fecha se desconoce el original y se cuenta sólo con la versión de Rea Spell (pp.157-160). Aunque sus razones no son muy convincentes, Radin considera que podría ser el primer poema escrito por Fernández de Lizardi en 1811 "because of the note attached to it and which clearly must have been attached when it first appeared. The note refers to the use of popular catchwords and refrains as titles for poems. He must have regarded this as an innovation requiring explanation". (Sutro, p. 19.)

(2) porque está en leche la mar. Del dicho andaluz tener uno leche: tener uno suerte, o mucha suerte; ser chiripero. Santamaría, Dic. mej.

(3) principal. Capital, importe de una deuda; interés fundamental o cuantía de una reclamación. Usado en lenguaje forense, principalmente. Santamaría, Dic. mej.

EL TESTAMENTO DEL GATO(1)

 

Estaba una despensa

abierta por descuido;

pasó por allí un gato,

y oliendo los chorizos,

los quesos y la carne,

el pescado y tocino,

no pudo contenerse;

entróse muy pasito,

y arremetió con todo

más presto que lo digo:

aquí destroza un queso;

allí muerde un chorizo;

acá un pernil devora;

allá un bobo hace añicos;

hasta que ya cansado

el animal maldito

de tanta golosina,

saciado su apetito

iba a salirse, y mira

(nunca la hubiera visto)

una olla de conserva

de no malos membrillos;

embistióla al instante;

púsose ojos, hocico,

manos, orejas, todo

chulo(2) el animalito;

más él no había advertido

en que la miel testigo

podía ser, y muy fiel,

de su voraz delito;

descuidado comía

y oyó no sé qué ruido;

quiere huir, y como estaba...,

diremos, adherido

(porque decir pegado

no es asonante de io),

a la olla con la miel,

¿qué hizo? romper los grillos;

alzóla para arriba;

¡qué fuerzas tenía el bicho!

y al caer el trasto al suelo

se hizo mil pedacitos,

de los cuales, colgados

a modo de zarcillos,

le quedaron algunos

por su mayor martirio;

entonces, azorado,

suspenso y afligido,

vio la miel derramada

y todos los perjuicios

que en un instante pudo

causar su hambriento vicio;

entonces, despechado,

confuso, arrepentido,

la maña detestó

de comer lo prohibido;

entonces, finalmente,

a su gula maldijo,

hizo mandas, promesas

y votos repetidos

(si de aquella escapaba):

no probar los membrillos,

quesos ni chorizones,

pescado ni tocino.

Tan asustado estaba,

tan triste y tan contrito,

que juró mantenerse

sólo con ratoncillos

y no acercar jamás

a otra cosa el hocico.

¿Lo dudas? No, lector,

tú y yo haremos lo mismo;

si el vaivén de la tierra,

del rayo el estallido,

la cárcel, la calumnia

o el fuerte tabardillo

nos afligen, ¡oh, cuántas

promesas repetimos!

¡cómo nos proponemos

(saliendo del peligro)

nuevas vidas! ¿Y acaso

así lo hemos cumplido?

Mas volvamos al gato:

salió el animalito,

y viendo con cuidado

si alguno lo había visto,

fuese muy cabizbajo

y se acostó quedito

debajo de una cama,

y allí muy compungido

esperaba sin duda

el último suplicio;

y más cuando notó

que el despensero mismo

lo vio entrar enmelado,

confirmó el gaticidio;

pero ¡oh, cosas del mundo!

¡oh, comprehensibles juicios!

él cerró su despensa

y solapó el delito,

pues de matar al gato,

descubría su descuido.

(No hay pocos despenseros

de gatunos delitos.)

En fin, el triste gato,

porque su suerte quiso,

escapó de este riesgo,

aunque no del castigo

(pues siempre el crimen tiene

su pago merecido).

Fue el caso: que con tanto

revoltijo como hizo

de carne y de pescado,

de jamón y membrillo,

le dio tal miserere

al infeliz gatito,

que a pesar de su miedo

comenzó a dar maullidos;

a sus tristes lamentos,

a sus ayes sentidos,

ocurren otros gatos

de la casa vecinos;

todos se compadecen

de nuestro pobre bicho:

quién le hace unos papachos;

quién le lame el ombligo;

quién le mete la cola

por darle un vomitivo;

quién, creyendo que es hambre,

le trae un pellejito;

mas viendo que no bastan

los gatunos auxilios,

le dicen se disponga,

que está en grande peligro.

Él dijo: —Desde luego

conozco que no vivo;

agradezco el consejo,

no desprecio el aviso:

voy a hacer testamento...

Quedáronse aturdidos

los tristes compañeros,

y él prosiguió tranquilo:

—Creo la metempsicosis

como pitagorino,

y que según un conde(a)

y por lo que en mí he visto,

habita en nuestros cuerpos

la alma del ladronicio,

ingratitud, lisonja,

con otros muchos vicios;

declaro: que no debo

más de lo que he comido,

ni a mí me deben otros

más que muchos perjuicios;

declaro: que casado

ni lo soy ni lo he sido,

por cierto impedimento

que me impuso el cuchillo;

por tanto, estoy seguro

de que me lloren hijos.

Yo no tengo más bienes

que mi cuerpo solito,

y a quien me diere gana

lo dejo, pues es mío.

Mis pelos a los vagos

y mal entretenidos

los dejo, a que los cuenten

en sus ratos perdidos,

por que estén ocupados

y no fomenten vicios;

ítem: dejo mi cuero

para que hagan bolsillo

a tantos avarientos

de que abunda este siglo;

ítem: dejo mi carne

para que por cabrito

la vendan a los bobos

los fonderos cochinos;

ítem: por cuanto dañan

cuando venden cariño

los lisonjeros, a éstos

mi lengua les dedico;

ítem: ojos y orejas

mando a tantos malditos

juzgones y chismosos

que hay de sus vecinos;

ítem: dejo mis uñas,

mis dientes y colmillos

a los procuradores,

a los licenciaditos,

albaceas y escribanos

que usan mal de su oficio;

ítem: dejo mis largos

bigotes a un lampiño;

mi cola... Aquí no pudo

seguir, que un parasismo

le anudó la garganta.

¡Ay, pobre animalito!

 

SEGUNDA PARTE

LA MUERTE Y FUNERAL DEL GATO(3)

 

¡Ay, gato desgraciado!

¡Ay, pobre compañero!

¡Qué dolor! ¿qué tendrá?

¡Qué pena! ¿qué le haremos?

Así exclamaban tristes

los gatos enfermeros

al ver que su doliente

se moría sin remedio;

porque es muy natural

sentir el mal ajeno

de los que en una especie

son individuos mesmos.

Así vemos que el toro

muestra su sentimiento

si ve la negra sangre

del muerto compañero.

¡Jesús, y cuán al vivo

expresa sus extremos!

Él llora, huele, brama,

y del polvo del suelo

con el hendido pie

parece... ¡noble intento!

que escarbando procura

sacar al toro muerto.

El caballo, si mira

tendido el esqueleto

de otro bruto en el campo,

muestra su sentimiento:

se azora, se retira,

y en su fuerte resuello

parece que nos dice:

"No paso, porque siento

ver el triste cadáver

de éste mi compañero..."

El cerdo, cuando escucha

el grito de otro puerco,

conoce que padece;

corre hacia él, y gruñendo

manifiesta querer

libertarlo del riesgo.

El perro... Mas, lector,

te canso con ejemplos

de generosidad;

todos los brutos creo

que nos dan ejemplares

de amor; el gallo excepto,

que a su hermano acomete

infiel, indigno, necio,

sin más causa ni culpa

que solamente verlo;

pero ¿qué es lo que digo?

¿el gallo solo? Miento,

porque el hombre no tiene

(misántropo grosero)

ejemplar adecuado

de su furor soberbio.

¿Quién ha visto los leones,

osos, tigres o perros,

lobos..., cualquiera especie

de brutos carniceros;

quién los ha visto, digo,

hacer bandos opuestos

y recíprocamente

devorarse a sí mesmos?

¿Quién los ha visto? Nadie,

ni jamás piense verlo,

pues la conservación

de su especie es en ellos,

mejor que en los humanos,

inviolable precepto.

Los hombres solamente

han hallado pretextos

en todas las edades

para cebar soberbios

su furor en la sangre

de sus hermanos mesmos.(b)

El hombre es el que escucha

con ánimo sereno

los ayes, los trabajos,

desgracias y lamentos

de sus iguales; mira

con ojos bien risueños

a la doncella pobre,

al desvalido enfermo,

a la viuda infeliz,

al insolvente preso,

al mendigo desnudo,

al vergonzante hambriento,

al baldado, al tullido,

al manco, al cojo, al ciego;

en fin, a tantos que hay

sin humano consuelo;

los mira, los escucha,

¿y vuela a socorrerlos?

¡Oh, qué pocos, qué pocos

han de ser si los cuento!

Conque de estas premisas

saca, lector, el ergo.

La digresión fue larga,

¿qué más? yo lo confieso.

Si te enfadó, perdona

y vamos al enfermo.

Apenas del letargo

volvió, siguió diciendo:

—En lo último quedé,

mi cola, bien me acuerdo;

pues mi cola, señores,

si he de dejar, la dejo...;

¿a quién la dejaré?

Porque los hombres pienso

que no la han de querer;

pues aunque tienen ellos

sus rabos que les pisen,

procuran esconderlos,

porque les da vergüenza

adorno tan molesto,

y cada rato escucho,

que dicen: yo no tengo

rabillo que me pisen.

Por más que desde lejos

a muchos se los vean,

aun los ciegos, corriendo;

conque es prueba que no

quieren ser rabiluengos.

Dejarla a las mujeres

quisiera...; pero menos:

si son más presumidas,

harán mayor desprecio

de mi manda; pues vaya,

quizá algunos sujetos

que salen descolados

en amores o empleos

la querrán; pero no;

agora que me acuerdo,

luego dicen: fulano

mal quedó con su empeño;

él salió con el rabo

entre las piernas. ¡Bueno!

hasta los descolados

tienen rabo; ¿qué es esto?

¡Cuántas contradicciones

en los hombres advierto!

Pues ello es que mi cola

no ha de ser bien mostrenco,

sino precisamente

ha de quedar con dueño.

Vaya, por no dejar;

de dárselo, resuelvo,

tuta concientia, estando

con mi juicio completo,

que hereden esta alhaja

algunos zapateros

que hacen con herraduras

botas, pues juzgo que ellos

conocerán mil sastres

de no vulgar ingenio

que le añadan mi cola

a un pantalón eterno,

y si acaso le ponen

de moda el epiteto

la venderán muy bien;

fuera de que es lo mesmo,

el tener pies de macho

que de gato el trasero.

No os burléis, camaradas;

no mezcléis risa y gestos.

Creed: los primeros días

serán los espavientos;

los segundos, el vaya;

bonito, los terceros;

y si como es la cola,

hubieran de ser cuernos,

ídem por ídem fuera

(como en todo) lo mesmo,

pues ven... ¡Pero ay de mí!

ya muero..., ya fallezco...;

a Dios..., a Dios, amigos...

Y diciendo y haciendo,

se estiró el pobre gato

y se les quedó muerto.

No he podido saber

(atención herederos)

quién quedó de albacea;

pero esto es lo de menos:

cada uno tomará

lo que le venga a pelo.

No quiero referir

los llantos, los extremos

de los gatitos vivos;

fácil es comprenderlos;

lo que sí he de decir,

la frasca que tuvieron

los ratones al punto

que oyeron era muerto:

hubo famoso baile

y espléndido refresco,

et caetera, lector,

que está el papel estrecho,

y la moralidad

es el fin de este cuento.

¡Infelices mil veces

los hombres, cuyos duelos,

funerales y exequias

son gracias al Eterno

que los vivos le dan,

pues los quitó de enmedio!

 

En el lugar donde falleció el triste gato, pusieron los ratones el siguiente

 

EPITAFIO

 

Aquí un cruel gato murió,

y sentimos solamente

el tiempo que mal vivió,

pues a la ratona gente

mil agravios infirió.

¡Oh, tú, pasajero! Advierte

y ten por cosa sabida

(procurando contenerte)

que al que hace mal en la vida,

no hay quien lo llore en la muerte.



(1)Imprenta de doña María de Jáuregui. Año de 1811. Pliego suelto; 8 pp. en 8° Su continuación Muerte y funeral del gato (cf. infra nota c) salió en pliego separado. Frecuentemente reimpresos, aparecen formando una unidad, aunque a veces suele variar la disposición del título. En RE (pp. 18-34) conserva la distribución original. Incluido en la 3ª edición de Noches tristes y día alegre (México, 1831; pp. 117-130) bajo un solo título: Testamento, muerte y funeral del gato. En la siguiente edición del mismo libro (México, 1843; pp. 260-271), el nombre está reducido a Muerte y funeral del gato (NM, p. 84). Consultamos en la biblioteca de la Secretaría de Hacienda (ficha 3962) un folio, numerado de las pp. 311-321 y desgajado de un libro sin identificación, con un único dato manuscrito en hoja aparte: Pensador Mexicano // Folletos // Ed. Blanquel [¿t?] // 1865. Bajo el título Testamento, muerte y funeral del gato lleva un grabado. E. L. B., en la defensa que hace de Fernández de Lizardi, dice: "El testamento del gato tiene sobrada invención..." (Dde M., t. XV, núm. 2266, lunes 6 de diciembre de 1811, p. 678). Posteriormente, Lacunza (ibid.), t. XV, núm. 2271, 20 de diciembre de 1811), al enjuiciar la capacidad poética de Fernández de Lizardi, afirma en particular: "También es regla bien conocida de la poética no multiplicar sin necesidad en un mismo poema los consonantes o asonantes, y más cuando éstos son abundantes y aquél corto. Este defecto se nota en casi todas las poesías de vuestra merced, como en El testamento del gato, siendo tan fácil el asonante en io en que está dispuesto. Es también otra falta (aunque cometida por célebres autores, pero pocos) acabar el verso en agudo... lo que sólo es sufrible usado propiamente, y es muy hermoso en los versos de ocho y siete sílabas. Con todo, vuestra merced lo usa con frecuencia en todo género de metros" (pp. 699-700). Refiriéndose a la nota 1 del poema, continúa: "En el citado Testamento trae vuestra merced, con harta impertinencia, autoridad del célebre naturalista Buffon, en apoyo de que en las propiedades del gato hay muchas semejanzas con los vicios del hombre en sociedad, cosa que no necesita más garante que la experiencia. Fuera muy a propósito, y a la verdad necesarísimo, darnos textos que nos probasen que un gato, después de estar repleto de jamones, chorizos y queso, tenía aún disposición y estómago para asaltar una olla de conserva de membrillos, cuando el uso nos enseña que este delicado animal, ni aun acosado por la hambre come dulce, y mucho menos de ácido membrillo. Pero, tata, membrillo es asonante en io, y esto bastó a vuestra merced para tomarse la libertad de ir contra la naturaleza. ¡Ingenio ratero y arrastrado!" (p. 700). Lizardi responde a estas acusaciones, entre otras, en su escrito Quien llama al toro sufra la cornada: "Dice usted que es regla no multiplicar consonantes ni asonantes, etcétera; pues, quiso decir, las mismas palabras consonantes, porque hacer un poema (no de verso suelto) sin muchos consonantes y asonantes iguales sería la misma gracia que hacer una mesa con los cuatro pies disparejos; pero le hago el favor de explicarlo y le respondo: que lea las poesías de Quevedo, las de Cervantes, desahogos líricos de Celio, etcétera. Acerca de los agudos digo que, si es falta, se ve cometida por célebres autores: ¿si me entenderá usted? Las objeciones de que falta texto para probar que el gato, después de harto comiera conserva, y la otra, de que este animal no come dulce, son graciosas; para hacer ver que el gato era glotón era menester hacerlo comer manjar no común para él, y esto después de saciado su apetito (son palabras mías); de lo contrario, probaría hambre no gula, no gula que era lo que se intentaba... Sepa usted que los gatos y otros animales comen lo que les enseñan a comer...; en mi casa tengo dos gatos que comen dulce muy bien, venga usted a verlos; tráigales un par de cubiertitos, que no me dejarán mentir" (pp. 6-7).

(2)chulo. Esta palabra, que es del estilo familiar, no tiene aquí la fea acepción que en España: significa simplemente bonito, lindo, mono, agraciado; y usada como vocativo se prodiga al extremo, especialmente entre mujeres. El chula, que ofendería a una señora española, se toma aquí como expresión de cariño. Santamaría, Dic. mej.

(a) Buffon en su historia natural describe exactamente las propiedades del gato; en efecto, en este animal se ve el retrato al vivo de los vicios que apuntamos en esta friolerilla; el provecho que trae limpiando la casa de ratones (si la limpia) lo desluce con los perjuicios que causa.

(3) Imprenta de doña María de Jáuregui. Año de 1811. Pliego suelto; 8 pp. en 8º.

(b) Esto debe entenderse en lo moral y en lo privado, que en lo político sabemos que hay guerras justas, y tanto, que Dios muchas veces las ha protegido y mandado visiblemente.

LA VERDAD PELADA(1)

 

¿Que vaya la señorita

a la tertulia, al paseo,

a ésta y a aquella visita,

al baile o al Coliseo,

y siempre muy prendidita,

como si fuera de boda?

 

Es la moda.

 

¿ Pero que en casa se esté

y que la familia cele;

que buen ejemplo les dé

a sus hijos, porque suele

el niño hacer lo que ve,

y esto es lo peor las más veces?

 

Son vejeces.

 

¿Que al perrito se chiquee

y a las criadas se regañe,

que al otro se lisonjee

y que al marido se engañe

o éste haga que no lo ve?

Todo esto nada incomoda:

 

Es la moda.

 

¿Pero que el lujo modere

de gastos impertinentes,

o a lo menos considere

que hay mil créditos pendientes,

que el marido pagar quiere

dentro de dos o tres meses?

 

Son vejeces.

 

¿Que la niña vaya a misa

tan profana como va

al baile (casi en camisa

por lo disoluta)? Ya

bien se sabe que esto frisa

con la marcialidad toda,

 

Es la moda.

 

¿Mas que esta niña, en mi juicio,

sepa la severidad

del Autor del Sacrificio,

donde su profanidad

causa escándalo y perjuicio

a las almas muchas veces?

 

Son vejeces.

 

¿Que su mamita la alabe

porque sabe bien cantar,

tocar diestramente el clave,

gallardamente danzar

y zapatear el jarabe,(2)

a lo que ella se acomoda?

 

Es la moda.

 

¿Mas que la incline a rezar,

a aprender bien la doctrina,

o a tejer, coser, lavar,

o a hacer algo en la cocina

por si le llega a faltar,

lo que sucede mil veces?

 

Son vejeces.

 

¿Que los pechos desabroche

el túnico(3) deshilado,

que se trasluzca aun de noche

el muslo, y tan ajustado

esté que al subir el coche

se le vea la pierna toda?

 

Es la moda.

 

¿Mas que la madre corrija

tan insolente descaro,

a lo menos porque a su hija

no sea que le cueste caro

y a toda la casa aflija?

 

Esas son ridiculeces

y vejeces.

 

¿Que esté la coca pelada,

listo el cuerno y alacrán,(4)

la media muy bien calada,

superfino el tafetán

y la blonda delicada,

a qué mujer le incomoda?

 

Es la moda.

 

Pero en esto de rezar

el rosario cada día,

ir a misa, frecuentar...,

dirán: que es hipocresía,

y así se puede excusar,

porque hacerlo muchas veces

 

son vejeces.

 

Que en la mesa dé razón

la niña de la sardina,

del pámpano,(5) del salmón,

del ron y cerveza fina;

esto causa admiración,

por lo que nadie la apoda:

 

es la moda.

 

Pero que esta niña, aunque

haya la edad ya cumplido,

ayune..., no..., ¿para qué?

padece mucho latido...

¡Pobrecita!... ¿entiende usted?

Decirlo serían sandeces

 

y vejeces.

 

Que don Fulano de Tal

ande como un caballero

paseándose en el Portal,(6)

gastando mucho dinero

y jugando liberal,

sin ocupación ninguna,

 

es fortuna.

 

Mas no debe sorprender

si este mi señor se trata

tan bien, porque su mujer

es chula(7) como una plata,

¿y él no la podrá vender

y comprar porque algo ataje

 

un plumaje?

 

Don Gerundio, sí, es afable,

humilde, condescendiente;

su mujer es intratable;

pero él, como es tan prudente,

no halla miedo que le hable.

Él es pobre y ella rica,

 

y se explica?

 

Este hombre nunca en su casa

(aunque hay bastantes vidrieras)

podrá saber lo que pasa;

dice: que ésas son frioleras,

que mejor es la cachaza.

Yo de su bondad infiero

 

que es tercero?

 

Que a su mujer la maltrate

don Juan, ¿sabe usted por qué?

porque se rompió el petate;

aunque él gasta en el café

más que en pan y chocolate.

Si no es ruindad y embriaguez

 

esto, ¿qué es?

 

Él no sabe trabajar,

pero trajo un dotecillo

su mujer, que ha de acabar

en el monte, en el tresillo,

en los gallos y el billar.

Esta costumbre, decía,

 

es la del día?

 

¡Que aquel otro con su dama

gaste con garbo y franqueza,

y que a su mujer que lo ama

niegue el gasto de la mesa

y asistencia de la cama!

¿Qué hará esta infeliz mujer?

 

Padecer,

 

pues se mira aborrecida

de un adúltero traidor,

que por una prostituida

la trata con tal rigor

que teme perder la vida.

Destiérrense todos cuantos...,

 

mas ¡son tantos!...,

 

Que dos o tres tontonazos

por sabios quieran pasar,

y no tengan embarazos

para hacer así escuchar

a gritos y a sombrerazos.

¿Hay mucho de esto por ahí?

 

A que sí.

 

Pero que (si viene a mano

diez pesos apostaré)

el erudito más vano

de éstos no responde a usted

¿qué quiere decir cristiano?

¿Y qué tal, perderé yo?

 

A que no.

 

Que es la crítica pesada

para el que está comprendido

en ella, ¿quién dice nada?

que el que la hizo no es instruido,

porque está muy mal hablada,

no debe hacer novedad,

 

es verdad.

 

Como que es bueno coger

el grano y dejar la paja;

pero que se quiera creer

que mi pobre pluma raja

a este hombre, a la otra mujer,

y estocada cierta tira,

 

es mentira.

 

Querer en agua escribir

y en desierto predicar,

lo mismo es que presumir

que se puede remediar

al mundo con discurrir

críticas sobre este asunto.

 

Mas pregunto:

 

¿una crítica faceta

es vana en toda ocasión?

¿cuántas veces a un maleta

no lo corrige un sermón

y enmienda una chanzoneta,

si la lee en tiempo oportuno?

 

¿Serás uno?

 

Es de un precio sin igual

la verdad; pues no hay remedio,

ha salido ya al Portal

tan barata, que por medio

compre el que quiera un costal,

y no de la disfrazada;

 

LA PELADA.



(1) Pliego suelto; 8 pp. en 8° Imprenta de Jáuregui. S. 1. ni f. de i. Como se aclara en el prólogo, con este poema se inicia la polémica que sostuviera Fernández de Lizardi con J. M. Lacunza y otros poetas colaboradores del D. de M. desde fines de octubre de 1811 hasta febrero de 1812. (Falta la segunda parte de este poema El perico y la verdad.) José María Lacunza inició sus ataques a Fernández de Lizardi. con el artículo Palo de ciego publicado en el Diario de México el jueves 31 de octubre de 1811. Cf. Palo de ciego, pp. 3, 5, 6, Palabritas al autor de la carta del núm. 2220, pp. 7-8, Respuesta a D. A. O., pp. 11-13, Aplaudo al mérito., p. 17, Críticas a las poesías de José Joaquín Fernández de Lizardi, pp. 31, 33, 34, 44, Décima. Producción de un zángano, p. 47, Contestación a Quien llama al toro sufre la cornada, pp. 48-50, 52, 53, 55-58, Fábula. El piojo y las hormigas, pp. 65-67, en José Joaquín Fernández de Lizardi Amigos enemigos y comentaristas I-1(1810-1820).

(2) jarabe: baile popular típico de los diversos pueblos de América; especie de zapateado o escobillado, con movimientos, taconeos, giros y variantes peculiares en cada localidad; semejante a la jota, en lo general. Recibe distintas denominaciones específicas regionales. Santamaría, Dic. mej.

(3) túnico. Cf. nota 4 de Ninguno diga quién es, que sus obras lo dirán.

(4) cuerno y alacrán. Cf. nota 4 de Quejas de algunas mujeres en el tribunal de Apolo.

(5) pámpano: especie de pez muy sabroso, abundante en las aguas del Atlántico, desde México hasta Panamá. Santamaría, Dic. mej.

(6) paseándose en el Portal: el Portal de Mercaderes, antiguo lugar de comercio frente a la Plaza de Armas en la ciudad de México.

(7) chula (o). Cf. nota 2 de La muerte y funeral del gato.

EL PERICO, Y LA VERDAD,
O CONTINUACIÓN DE LA VERDAD PELADA(1)

 

INTRODUCCIÓN

 

Compró un Loro la verdad,

a quien su musa le influía,

(Polymnia, pienso sería,

que es dada a moralidad.)

Un día por casualidad

oí al Loro, que en su palo

a su ama le decía: malo,

malo es decir las verdades;

pero si algunas maldades

se enmiendan...; ¡Ay, qué regalo!

Así dijo; y con su pico

comenzó a decir primores.

Yo nada digo Señores,

son verdades del Perico.

Allí va una madamita

con túnico y con mantilla...

¿será alguna Señorita?

¿No? que es una coquetilla

¿Saben quién es? Fulanita.

¿No es esto procacidad?

¿Es verdad?

Esta pobre se atavía,

y se condena a ayunar,

por ver si en su cofradía

se le asientan a la par

hermanos, de noche y día.

¿Será buen fin al que aspira?

Es mentira.

Que nadie de estas ignora

que la Dama de este Jaez

cuando sale bien(a) mejora

de casa, y en San Andrés(2)

entre mil dolores llora

su asquerosa libertad:

Es verdad.

¿Y habrá coqueta por esto

que tenga algún enemigo?

No; porque a costa del sexto

todo hombre (b) ha de ser su amigo

como pueda haber pretexto.

Que esto es nuevo, ni que admira,

Es mentira.

Que a aquel, que a pensar empieza

en casarse ya, el demonio

le figura con viveza

las cargas del matrimonio,

y más las de la cabeza,

que pesan en realidad,

Es verdad.

Pero que esta sea la excusa

cierta sola porque no

se casa, como ahora se usa,

eso sí, dúdolo yo,

oiga usted lo que mi musa

tan maliciosa me inspira,

Y no es mentira.

Que no son los sinsabores

de los casados a ratos,

la causa de los horrores

que tienen mil celibatos

al estado; y sí, las flores

que aprecia su libertad,

Es verdad.

Con tres Dioses muy aprisa

lidian éstos: ¡rara escena!

Cupido les brinda risa,

Venus de llagas los llena,

Mercurio los martiriza,

y al hospital los retira.

¿Es mentira?

Una vieja, aunque no es beata

por lo menos es tercera,

entra a casa, y se dilata

con la niña en la escalera,

y a ocasiones se recata:

¿Será por casualidad

no es verdad?

La Madre en nada repara

pues tiene satisfacción

de ella, y de su hija, y tan rara,

que al fin la conversación

suele parar en qué para;

Se enoja Mamá, se admira.

¿Y es mentira?

¿Ven la grande fantasía

que ostenta aquel en su coche?

pues debe mucho a fe mía,

y es porque pierde de noche

ciento, y gana diez de día,

Ésta es liberalidad,

¿No es verdad?

Al casero no pagó

el tercio en el mes pasado;

pero un caballo compró,

que en treinta onzas lo han tasado.

¿Qué será esto? Que sé yo...

¿Quizá un gran comercio gira?

Es mentira.

Aquí hizo una pausa el Loro,

y dijo luego: ¿Quién pasa?

Una niña. ¿irá a su casa?

No, que anda buscando el -oro.

¡Ay de mí! afligido lloro

mi infausta estrella, mi suerte...

mi ama me enseña, y divierte...

Ella le dijo: Animal,

calla; que eres tan fatal

que nadie querrá tenerte.

Entonces se sacudió

el Lorito, y revolviendo

su alimento, entre comiendo,

y cantando prosiguió.

¿Han visto Señores

cosas tan bonitas,

como ver coquetas

muchas Señoritas?

¿de éstas que se adornan,

y que andan en coche;

aunque su opinión

ande a troche moche?

Pícaras ingratas,

que a sus compañeras,

(cuando de ellas se habla)

mandan a galeras;

sin ver que las pobres

tal vez por dos reales...

pero ellas, ¿por qué?

sólo por ser tales.

¿Han visto que algunas

del cuerpo doncellas,

vírgenes no son,

por no querer ellas?

¿Y con sus vestidos

hacen tanto mal,

que tal vez exceden

a las del Portal?

Si el pecado de éstas

no tiene disculpa,

mujeres profanas,

¿qué no tenéis culpa?

nos mostráis los pechos,

los brazos, y espaldas,

las piernas... y acaso,

os cubren las faldas:

sólo sois instruidas:

en cantar boleras,

bailar el loquito,

y otras mil frioleras:

por más que los padres

prediquen sermones,

siempre sois vosotras

como los ratones:

Oye este animal

el maullo del gato,

se asusta:... mas sale,

luego de allí a un rato;

Pues oid, si queréis

verdad de un Perico,

pelada, mal dicha...

rajad... yo me explico:

A las buenas siempre

mi obsequio prosterno:

a las descaradas

¿qué?... vayan a un cuerno.

A vosotras digo,

mujeres profanas;

que aunque seáis doncellas

parecéis mundanas:

La muerte del alma

entra por los ojos.

Esto Dios lo dice,

(por si os diere enojos.)

¡mirad; cuántas almas

heis a Dios matado

con este maldito

traje descocado!

Quien ve a la mujer

con mala intención,

ya pecó con ella

en su corazón.

Dios también dice esto;

y muy bien veréis

de cuántos delitos

la causa seréis.

Mas, decir pudiera;

pero temo que,

algunas se enojen,

y así callaré.(c)

 

Pero ahora verán

cómo me murmuro:

¡qué estilo tan frío!

¡qué metro tan duro!

Parece estribillo,

verso de jarana;

así quise hacerlo

porque me dio gana.

¡Qué tonto es el Loro!

(dirás) ¡qué mal poeta!

pues si no te gusta,

toca la trompeta.



(1) En Obras XIV, pp. 5-12.

(a) Puede estar galica, e ir a las recogidas, lo que será para darse a Barrabás.

(2) Hospital de San Andrés. Los heridos por riña "eran enviados al hospital de San Andrés en donde se les tomaba su declaración". Además, los presos debían prestar servicio comunitario en dicho hospital. Cf. Teresa Lozano Armendarez, La criminalidad en la ciudad de México 1800-1821. México: UNAM, Instituto de investigaciones Históricas, 1987, p. 182. (Serie Historia Novohispana /38). El edificio, convertido en hospital en 1779, por una peste de viruelas, fue el Colegio de San Andrés de los jesuitas, clausurado por la expulsión de éstos en 1777. Estuvo situado frente al Colegio de Minería, hoy lugar ocupado por el Museo Nacional de Arte, antes Palacio de comunicaciones.

(b) Se habla con los libertinos.

(c) Quien desee instruirse más en el recato que deben observar las doncellas, lea la Epístola que san Jerónimo escribió a la virgen Eustoquio, y aprendan las señoras cristianas de las gentiles griegas: tenían éstas tal modestia en sus trajes, que cuando iban a alguna visita, les llevaba un criado los adornos y joyas de lujo; en la casa se los ponían, y para salir a la calle se los quitaban, para andar en público con la moderación que acostumbraban.

EL SUEÑO DE LA ANARQUÍA(1)

 

La triste noche con su negro manto

ayer apenas con horror sombrío

la tierra envuelve en pavoroso luto,

cuando embargando el sueño mis sentidos

me pareció que estaba en el paseo

que aquí suelen llamar Campo florido.

Era yo junto a un árbol reclinado,

triste, solo, confuso y pensativo

de los trabajos de mi cara patria,

aún más que de los míos y de mis hijos.

La tarde estaba plácida y risueña;

el dulce y amoroso cefirillo

halagaba los álamos y sauces,

cuyas hojas hacían un blando ruido.

Las personas devotas con modestia

se dirigían también en aquel sitio

al santuario do adoran a la Madre

del verdadero Dios único y trino.

Por otras partes coches y caballos

daban un espectáculo muy lucido.

La inocente niñez se divertía

con carreras, con saltos y con brincos,

tirándose en la grama de aquel campo

cual si fuera en el lecho más mullido.

Cerca de mí, en dos sauces un columpio

estaba bien dispuesto y prevenido.

Del uno y otro sexo una camada

de jóvenes alegres y provistos

de bandolones y vihuelas llegan;

tienden sus capas por aquel recinto,

se sientan, tocan y con dulces pechos

comienzan a cantar varios zorcicos,

sainetes y boleras. Luego vienen

con coronas de rosas unos judíos;

las compran las muchachas, se las ponen

y mandan traer manjares muy sencillos.(a)

Su gusto se les cumple en el momento

y en medio del placer y del bullicio

meriendan frugalmente; pero apenas,

por su desgracia, cuatro o seis borricos

junto a ellas pasan, cuando seis traviesas

se levantan y corren; sus maridos,

deudos o hermanos van también con ellas,

quienes con más presteza que lo digo,

haciendo de sus tápalos cabestros

amarran a los burros del hocico,

les echan en el lomo las chaquetas

por palafrenes y, con el auxilio

de los mozos, se suben y maltratan

al animal paciente, que remiso

no quiere andar aprisa; se incomodan

con tanta gravedad los pajecillos,

y cortando unas varas los azotan

y los hacen andar al trote listos.

Entonces las jinetas, que rabiaban

por hacerlos correr, dan mil chillidos

y a cada instante piden los detengan;

mas sus preceptos son desatendidos

de sus pajes de honor, que apetecieran

verlas regadas por el suelo mismo.

Un burro viejo y flaco, cabizbajo,

a empujones mudaba algún poquito;

era el más flojo de sus compañeros

y el más humilde, dócil y sufrido,

pues cuando lo azotaban solamente

sacudía las orejas. ¡Pobrecillo!

Ya estaba la muchacha por bajarse,

cuando un joven halló fácil arbitrio

para hacerla enojar, y fue meterle

la vara con primor en su orificio.

Entonces el infeliz, no acostumbrado

a semejante espuela ni castigo,

agacha la cabeza y mesurado

tira la hermosa carga al primer brinco.

Ésta da un grito al caer: suelta el burro

para alzarla del suelo, y el pollino

no espera las resultas; antes corre,

el tápalo llevando en el hocico.

Todas las compañeras al momento

echan pie a tierra; vienen al auxilio

de la pobre jineta, a quien encuentran

sin novedad ninguna; van al sitio

do las tías y las madres las esperan

y las regañan por su poco juicio,

como si en esa edad muy fácil fuera,

y es la ocasión vencer el apetito.

La música sigue por las cobardes

y al columpio se tiran las de brío.

Sobre quién ha de ser la preferida

sus altercados hay; mas el cariño

que tenían todas a la más bonita

le dio la preferencia. ¡Qué prestigio

es el de la hermosura que sin celos

respetar se hace de su sexo mismo!

Era graciosa y linda la muchacha,

de un cuerpo muy gentil y muy erguido:

sobre un hermoso blanco, sus mejillas

no tenían que envidiar el colorido

de las alejandrinas; los sus ojos

alegres, negros, grandes y muy vivos

brillaban como brillan dos luceros

en cielo raso en el invierno frío;

su nariz afilada; su boquita

era un clavel pequeño y purpurino;

en su alto pecho, blanco y bien formado

se advierten elevar unos globillos,

que si no son esferas celestiales

son de natura adornos muy más lindos.

Su traje era modesto, y bien mezclados

estaban lo elegante y sencillo.

El túnico(2) de blanca muselina

era y tenía bordados mil ramitos

de oro y a largos trechos; una cinta

color de cielo ataba su corpiño;

medias de seda las sus bellas piernas

y un zapato de aurora el pequeñito

pie le cubrieran con honesta gracia.

Ya que estaba sentada en el columpio,

se hace amarrar los pies con un pañito

que el túnico sujete por modestia,

y comienza el retozo y regocijo.

En las fuertes mecidas el peinado

se le deshace y los rizos

el aire adornan libres y volando.

Sus mejillas se encienden y más lindo

se pone su semblante cada rato,

luchando con el gusto y el peligro.

Al verla descender desde la altura

coronada de rosas y jacintos,

me parecía bajaba de los cielos

la hermosa madre del vendado niño.

Con objetos tan varios y agradables

huyó del corazón mi humor sombrío,

pues parecíame estar en una Arcadia.

¡Tal estaba de alegre y divertido!

Mas ¡ah! que los placeres de esta vida

muy cortos siempre son y fugitivos.

Cuando yo más contento me soñaba

comienza a soplar recio el norte frío;

suben las nubes de los horizontes;

del sol ocultan los hermosos brillos;

todo el cielo se entolda y obscurece,

tempestad anunciando. Al tiempo mismo

huyen los concurrentes a sus casas

y solo quedo en el ameno sitio.

La tristeza y horror otra vez cubren

mi corazón confuso y abatido.

Crece la tempestad; el aire cruje;

truenan los cielos; rayos repetidos

mi existencia amenazan. Me levanto;

huir quiero; ¿pero a dónde?  De improviso

sacude un terremoto todo el globo

con tal furor, que de sus mismos quicios

parece que los cielos se desploman

y se vienen abajo. Yo, afligido

y acosado del susto, sólo trato

de ver cómo me salvo del peligro.

Quiero correr, mas ¡ay! que fuera en vano.

A cada paso se abre un precipicio

debajo de mis pies, y uno entre tantos

tan profundo se abrió que vi el abismo.

De él salen con bramido estrepitoso

tres Furias infernales. Sus vestidos

eran de fuego y sangre, y de serpientes

crinadas sus cabezas. Yo no he visto

semblantes más horribles. En sus ojos

la Parca se miraba y exterminio

contra todo mortal. Sus fieras manos

tres teas ardientes con furor maldito

llegaron a ocupar, y en el momento

volaron todas dando un alarido

tan triste y espantoso que no pudo

mi espíritu sufrir. Un cruel deliquio

dio conmigo en el suelo. A poco rato

me pareció volver de un parasismo

y halléme..., ¡oh, dulce susto! ¿quién pudiera

otra vez por mi dicha repetirlo,

por ver a mi mentora cariñosa

halagándome tierna? Halléme, digo,

en el regazo de una ninfa bella,

que llena de bondad así me dijo:

—Mortal cobarde..., vamos..., no desmayes;

infelice, recobra tus sentidos;

dirígeme tu vista... ¿Me conoces?

Yo soy tu buena amiga. A darte auxilio

vengo como una madre. Nada temas;

seguro vive en el regazo mío.

A tan tiernas palabras yo no pude

impedir de mis ojos el dominio.

Lleno de gratitud y de amor lleno,

alzo la vista y una diosa miro.

Ella era la Verdad, bien la conozco;

al momento la adoro, me arrodillo,

y que me libre de las Furias sólo

humilde y prosternado le suplico.

Ella me dice con semblante grato,

mirándome con ojos compasivos:

—No toca a la Verdad hacer felices

a los mortales, no, caro hijo mío.

Ellos, pues razón tienen, serlo deben

aprovechando siempre mis avisos.

Yo no ceso de dárselos, lo sabes,

y aun por mi órgano a veces te he elegido;

pero no quieren creer mis advertencias

y se hacen desdichados ellos mismos.

—Es muy cierto, señora —le respondo—.

En el mundo tenéis pocos amigos.

¿Pero no me diréis a qué salieron

esas tres Furias del horrendo abismo?

—A perder a tu patria.

—¡Santo cielo!

¿A perder a mi patria?

—Te lo he dicho

y te lo he de mostrar.

  En ese instante

un carro de oro apareció lucido,

tirado de unas águilas rapantes

de parda pluma y encorvado pico.

—Sube —dijo la diosa—; y yo, temblando,

subo sin replicar, pues no resisto

jamás a la Verdad, por más que digan

mis crueles e ignorantes enemigos.

Las águilas volaron al momento,

y como en un furioso torbellino

subimos a las nubes, de do pude

ver todo el septentrión a un tiempo mismo.

Pero ¿qué vi? ¡Oh, dolor! ni recordarlo

quisiera en esta vez. Yo me horrorizo;

mas por si puede ser de algún provecho

a mi adorada patria, ya lo escribo.

Vi en movimiento todas las provincias,

sus calles ocupadas de un gentío

numeroso en cada una, revolteando

sin armonía, sin orden y sin tino,

así como hormigueros donde vagan

miles de insectos sin razón o juicio.

Pero en este desorden yo no vía

desastrosos estragos ni peligros.

Mi admiración notó la mi mentora

y así me habló su labio peregrino:

—Tres años ha que está tu patrio suelo

sin ciertas leyes ni gobierno fijo.

Ayer sujetos a unas, hoy a esotras,

variando a cada paso de ministros;

ayer queriendo reine un extranjero,

hoy coronando al Iturbide su hijo;

ayer le hacían a este héroe su apoteosis,

hoy lo destronan y es el hombre inicuo;

ayer, en fin, la monarquía proclaman,

hoy son republicanos decididos.

Tan grandes convulsiones y mudanzas

otro tiempo la historia hubiera escrito

con sangre de los hijos de la patria,

cuyo estrago, por dicha, tú no has visto.

A este gobierno ciertamente el nombre

de anarquía moderada le convino.

Tal paz ha sido fruto de las luces

del diez y nueve venturoso siglo

y de la unión también; si ésta la rompen,

¡infeliz Anáhuac! su fin predijo.

En esto vi lanzarse a las provincias

las Furias dando formidables gritos.

Los concursos penetran, los dividen

y ya todos se llaman enemigos.

Ni religión ni sangre los contienen,

ni unas costumbres, ni un idioma mismo.

Es todo confusión, todo venganza,

encono, oposición, rabia, delirio.

Pero do quiera se miran los cañones,

bombas, granadas y otros mil malditos

bélicos instrumentos de muerte

de que se hallan los hombres prevenidos.

República proclaman las provincias,

generalmente con sonoro grito.

Central algunos quieren; pero todos

su voto dan por el federalismo.

Sin embargo estos votos aún no iguales

la oposición anuncian de partidos.

Unos a la república defienden;

otros sostienen el tolerantismo;

éstos dicen que no, que tal gobierno

la religión destruye de Dios Cristo,

y monarcas quieren los serviles

por obtener bordados y destinos.

Hay quien grite con furia: viva España,

y otros: viva Iturbide; ¡qué delirio!

Entre los liberales no son unos

los sentimientos, no, son bien distintos.

Unos nuevo Congreso están pidiendo;

convocatoria nueva ya han pedido,

de nulidad diciendo de estas Cortes;

y otros dicen que no, que no convino

semejante mudanza, que no se haga,

que el Congreso es legal, que siga el mismo.

En esta divergencia de opiniones

se aumentan los impresos, los escritos

y las conversaciones. No se escucha

de la razón el eco persuasivo;

todos quieren tenerla: ceder a otro

lo tienen por bajeza o por delito.

En esto se enfurecen y disponen

aclarar su justicia con los filos

de las crueles espadas, con las balas,

con la ira y su recíproco exterminio.

Tocan al arma, reúnense en millares.

Del cañón el estruendo y estallido

su efecto indica: caen los ciudadanos

unos sobre otros; el furor impío

de la cólera crece; ya se mezclan

los hermanos, los padres y los hijos;

no quieren conocerse; todos miran

en el que está delante un enemigo;

todos se hieren con furor insano;

la negra sangre corre en anchos ríos,

la espesa polvareda hace una nube

que impide ver dó se dirige el tiro,

y entonces encarnizados, ciegos, locos,

se matan los amigos con amigos.

Ya es todo confusión; ya no se escuchan

las cajas, las cornetas ni los pitos;

ya no hay jefes que manden, pues ninguno

es ni puede ser obedecido.

El ruido de las armas, los lamentos

de los que caen heridos, los relinchos

de los briosos caballos, los insultos

que todos se hacen con furiosos gritos,

no dejan oír la voz de los que mandan

y obedece cada uno su capricho,

su cólera y furor. La Parca fiera

en torno vuela del funesto sitio,

víctimas mil a mil sacrificando

de su guadaña al acerado filo.

Cansados de matarse y despechados,

de los pocos que quedan, los residuos

unos huyendo de otros se retiran,

pero siempre irritados, vengativos

y jurando morir antes que nadie

los haga sucumbir a su partido.

Luego que aquel enjambre se disipa

vuelvo la vista al campo. ¡Oh, Dios, qué miro!

De cadáveres yertos mil escombros

por la tierra se miran esparcidos

entre caballos muertos, muchas armas

y otros despojos; claman los heridos

que, nadando en la sangre, favor piden

al cielo santo con horribles gritos.

Quito la vista de este triste cuadro,

y hacia otro punto trémulo dirijo

mis ojos anegados en el llanto,

y miro que unas tropas, ¡oh, Dios mío!

venciendo una ciudad, entran furiosas

a fuego y sangre: sólo haber nacido

un crimen era para los caribes.

Hombres, mujeres, inocentes niños,

mozos y viejos, nada perdonaba

su furor alevoso y vengativo.

La púdica doncella y la casada

a vista de sus padres y maridos

se violan, y después... ¡oh, qué fiereza!

las pasan los soldados a cuchillo.

Las Furias vuelan por doquier, llevando

el fuego por las calles y edificios.

Sus ominosas teas nada perdonan:

arden los templos del piadoso Cristo,

y sus vírgenes son sacrificadas

a la venganza y al furor lascivo.

Ardiendo las ciudades, nadie encuentra

inmunidad ni aun el menor asilo.

La fiel esposa corre apresurada

en pos del caro esposo; con un niño

vaga una triste madre, por si puede

librar al inocente del peligro;

el valetudinario, el pobre viejo,

huyen con paso débil y tardío

de la terrible muerte que los sigue,

y siempre encuentran en los crueles filos

del sable, espada, lanza y bayoneta

de sus despiadados enemigos.

Los que están en el campo se contemplan

seguros de la muerte...; ¡qué delirio!

Sacan al labrador para que aumente

las filas de verdugos y asesinos.

Decae la agricultura y el comercio;

las ciencias se entorpecen; los oficios

o las artes fabriles no se ocupan.

A esto se sigue la hambre y la miseria

y, por un consiguiente muy preciso,

la peste, que se extiende por los miasmas

que la atmósfera llenan corrompidos.

En breve tiempo, ambas a dos plagas

a cuantos olvidaron los cuchillos

sepultan en la huesa. Ya a mis ojos

no es nación, no es Anáhuac el que he visto;

es un triste desierto donde vagan

pocos hombres cobardes y mendigos.

A este momento la imperiosa España,

en Veracruz teniendo su castillo,

la ocasión aprovecha y a Bretaña

equipados le pide diez navíos.

Ármalos con los suyos y extranjeros

que por la Europa vagan, atenidos

al robo y al pillaje. Desembarcan

por Veracruz, por Soto y por Tampico;

se reúnen y se aprestan a la guerra;

mas cuando creen hallar un enemigo

que alguna resistencia les hiciera,

hallan un continente que destruido

se ha por su misma mano, un esqueleto,

una vil sombra de lo que había sido.

La misma compasión los mansedumbra

y, más humanos que nosotros mismos,

indulto nos prodigan, y nosotros,

creyendo en su piedad hallar abrigo,

nos acogemos a él, y en un instante

esclavos somos: nuestros caros hijos

no verán más la libertad deseada,

porque nosotros mismos los vendimos

con nuestra divergencia de opiniones,

con nuestra insensatez y fanatismo.

Soñando así pensaba, y doloroso

los ojos vuelvo, a mi diosa miro

con expresión muy tierna; ella me dice:

—Tú adoras a tu patria, hijo querido,

y yo también...; ya está; yo no quisiera

que escena tan terrible hubieras visto;

pero esto aún no sucede; y porque nunca

llegue a ser realidad tal vaticinio,

te lo he mostrado en sueños: tú, despierto,

avísale a tu patria su peligro.

Éste les amenaza si prosiguen,

como hasta ahora parecen, desunidos.

No hay gobierno tan malo como tenga

súbditos ilustrados y sumisos,

que un centro reconozcan y que atiendan

de la razón el elocuente estilo;

pero si por desgracia se desunen,

si cada uno prefiere su capricho

al bien de todos, ¡infelice reino!

la anarquía lo destruye, Dios lo dijo:

no es reino mi nación, será desierto

el pueblo que en sí se halle dividido.

—Conque en fin ¿todo es falso?

—Todo es falso;

pero ten entendido, ¡oh, hijo mío!

que si se desunieren las provincias;

si cada uno siguiere los prestigios

de su imaginación; si en un Congreso

no reconocen el asilo fijo

de su felicidad; si se separan;

si adoptan cada día planes distintos

y formas de gobierno diferentes,

todos perecerán: ya te lo he dicho.

Dilo así a tus paisanos, por que nunca

digan que la Verdad no les dio aviso.

Y en prueba de que quiero el bien de todos,

recibe esta expresión de mi cariño.

Dijo, besóme y fuese. Yo, embriagado

con tal gozo, despierto. ¿Quién ha dicho

que un pesar no despierta como un gusto,

cuando el gusto o pesar son excesivos?

Si útil pudiere ser éste mi sueño,

la patria lo sabrá, ya yo lo escribo.

 


(1) Pliego suelto; 12 pp. en 4º Puebla, 1823. Imprenta liberal de Moreno hermanos.

(a) Como tamales y atole de leche, que es lo que aquí se vende.

(2) Cf. nota 4 de Ninguno diga quién es que sus obras lo dirán.

DÉCIMA A MARÍA SANTÍSIMA DE GUADALUPE(1)

 

Hoy, entre una y otra rosa,

de mil luces circundada,

de la Sión más elevada

baja María presurosa.

¡Oh, qué linda y qué graciosa

se retrata en este ayate,(2)

y su majestad abate

para mostrársenos pía!

Pues dulce madre María,

tu favor nos dilate.(3)

 


(1) Cf. nota 1 a Décima a san Felipe...

(2) ayate. Manta tejida de fibras de maguey. Ahora no se usa como vestido sino como manta para cargar diversas cosas.

(3) En 1531 la Virgen de Guadalupe se apareció a Juan Diego en el Tepeyac. Se vio pintada la imagen de la Virgen cuando el indio quiso mostrar las rosas que llevaba en su tilma al obispo Zumárraga para comprobar la embajada mariana. "Atravesando en uno de sus viajes una serranía árida, cubierta de espinas y malezas, que terminaba en las orillas de la laguna, por lo que en el idioma mexicano se le llamaba Tepetlyecaczotl que los españoles pronunciaban Tepeyac, que quiere decir nariz del cerro, Juan Diego oyó una música tan suave y armoniosa que nunca la había escuchado igual, ni entre los españoles ni entre la gente de su país." "Detúvose para observar de qué parte venían estas armonías, entonces vió un arco-iris de bellísimos colores, y en medio de una nube blanca y transparente, la figura de una mujer de hermoso y apacible rostro vestida á poco mas o menos como usaban las indias nobles y ricas de esos tiempos. Juan Diego se acercó sin temor, y entonces la Señora le dijo que era la Madre de Dios, que deseaba que le edificase un templo en aquellos lugares, y que dispensaría su protección y amparo a los que de corazon se acogiesen á ella. Ordenó asimismo a Juan Diego que inmediatamente refiriese al obispo lo mismo que había visto y oído." "El indio refirió sencillamente lo que le acababa de pasar, dejó caer las dos puntas de su tilma para mostrar las flores y entonces el obispo y los circunstantes cayeron de rodillas ante la imagen que apareció en la capa ó ayate del feliz y afortunado Juan Diego. Este suceso aconteció del 9 al 12 de diciembre de 1531, á los diez años cuatro meses de la Conquista, siendo Pontífice Clemente VII y rey de España el emperador Carlos V." "Esta es la piadosa tradición transmitida de padres á hijos respecto a la imagen que se venera en el santuario [...]. Los fundamentos de esta tradición reposan en datos idénticos a los que han servido para esclarecer algunos hechos de remota antigüedad, es decir, las pinturas simbólicas de que los indios se servían para consignar los acontecimientos importantes, los cantos populares y las relaciones de personas que vivían en una época inmediata al tiempo que ocurrió el suceso."Diccionario universal de historia y geografía, por Lucas Alamán, José María Andrade, Manuel Orozco y Berra et al., México, Imprenta de F. Escalante y Ca., Librería de Andrade, 1854, t. V, pp. 1000-1001.

EL GRITO DE LIBERTAD 
EN EL PUEBLO DE DOLORES(1)

 

Explicación

 

 La América atada a España por la cadena de la dependencia no podía salir de su triste apatía. Hidalgo(2) fue el héroe destinado por el cielo para romper esta cadena: rompióla en efecto; pero aún la América mantenía un pedazo en el tiempo de la insurrección. Iturbide,(3) con los demás ilustres defensores de la libertad, consumó esta grande obra el año de [1]821. Por eso la América corona a Hidalgo, y a los demás héroes les ofrece los laureles de la gloria y las palmas del triunfo, en medio de la paz y la abundancia. 
1

A las columnas de Hércules atada

infelice la América yacía,

de una larga cadena aprisionada;

y por mucho que el mar la dividía,

de España no se veía separada.

El peso de su mal sólo sentía.

Y en tan cruel situación y triste suerte

no había más esperanza que la muerte.

 

2

Manirrota dotó Naturaleza

a este feraz y hermoso Continente

de virtud, de talento y de riqueza;

más ella con poder era impotente;

los vicios la abatían y la pobreza,

y sus luces brillaban casualmente,

siendo de Europa con desprecio vista,

merced a Hernán Cortés y su conquista.(4)

 

3

Ni una vislumbre, ni una sombra había

de que la infeliz patria sacudiera

tan cruel esclavitud, tanta apatía

en que el gobierno hispano la sumiera.

Ella su libertad apetecía,

pero ¿quién tal empresa acometiera?

Faltaba un brazo fuerte, ¡triste pena!,

que osara reventar esa cadena.

 

4

En su mayor conflicto el justo cielo

se apiadó de su triste desventura:

cifró su libertad y su consuelo

en el brazo decrépito de un cura,

que inspirado de un patrio y santo celo

la libertad de América procura.

Tributemos a este héroe justos loores,

al gran Hidalgo, cura de Dolores.

 

5

Dotado de un valor extraordinario,

en una edad decrépita y cansada,

del templo sale y deja el incensario

por la brillante y victoriosa espada.

Ya su plan descubierto había un contrario

a nuestra libertad, ¡acción malvada!,

Hidalgo al ver frustada ya su empresa,

lejos de intimidarse, le da priesa.

 

6

"Señores —dice a Allende(5) y sus amigos—,

un traidor nuestro plan ha descubierto.

Vosotros sois de mis deseos testigos.

Todo se había dispuesto con acierto

para librar la patria de enemigos.

Vamos a naufragar frente del puerto,

y en tan crítico lance, si se advierte,

antes que esclavitud, venga la muerte."

 

7

Dijo y al punto libertad proclama,

solo, sin armas, tropas ni dinero,

con Allende, Abasolo,(6) el buen Aldama,(7)

y otros, dotados de un amor sincero

a la inocente patria que tanto ama.

Levanta el brazo, vibra el fuerte acero,

a cuyo impulso caen sin resistencia

las cadenas de dura dependencia.

 

8

Ya por do quiera libertad resuena

en este vasto, hermoso Continente.

Sacude el león hispano(8) la melena,

se encrespa, se enfurece bravamente.

El eco santo su cabeza atruena,

y en que pierda(9) la presa ya consiente.

Entonces agitado del abismo,

a su favor invoca el fanatismo.

 

9

Fiel corresponde el éxito a su intento,

en un pueblo devoto e ignorante.

El Santo Oficio,(10) tribunal sangriento,

con su arma de papel, en un instante,

siembra la división. ¡Fatal momento!

El patriotismo se halla vacilante,

y a hombres que no temían a los cañones,

los acobardan las excomuniones.(11)

 

10

Hidalgo y sus ilustres compañeros

no por eso la empresa abandonaron.

Mil victorias ganaron sus aceros,

y de laureles se coronaron

en el campo, venciendo a los guerreros,

que todos sus recursos apuraron;

pero, por fin, su fuerza ya destruida,

ésta dejaron por inmortal vida.

 

11

No por eso la patria desfallece.

Su amor se aumenta en los valientes pechos

de los americanos: siempre crece

el deseo de rehacerse en sus derechos.

La libertad con sangre más florece,

de esto están los patriotas satisfechos,

y más al ver cómo los santos cielos

les dan por un Hidalgo un gran Morelos.(12)

 

12

A pesar de las huestes enemigas,

que con armas vencían y con cañones,

a pesar de traiciones y de intrigas,

de pastorales y de excomuniones,

de derrotas, trabajos y fatigas,

patíbulos, tormentos y prisiones,

el fuego patrio en riesgos tan extraños,

no se pudo extinguir después de once años.(13)

 

13

Dios, cuya voluntad jamás impide

del hombre miserable el torpe intento,

se valió de la espada de Iturbide,

el que llevó la empresa al cumplimiento.

Y el que antes la opinión feroz divide

es de la libertad el instrumento.

Él reunió la opinión, y sagazmente

hizo a su patria libre, independiente.(a)

 

14

Agréganse a las filas trigarantes(14)

los jefes más ilustres y valientes,

abjuran el error que creían antes

de ver cual crimen ser independientes,

y unidos todos, finos y constantes,

se mezclan con los viejos insurgentes,

y, logrando de América blasones,

acaban de quitarla(15) las prisiones.

 

15

Con razón, pues, la patria agradecida

corona a Hidalgo y a los héroes fieles

que en el año de diez dieron la vida

por desatarla sus cadenas crueles;

y con razón le brinda y les convida

con palmas de victoria y laureles

al ejército patrio, que valiente

logró acabar de hacerla independiente.

 

16

Pues si todos a un fin han concurrido,

unos más tarde y otros más temprano,

si la América a todos ha debido

la libertad del yugo iberitano,

no hay motivo de celo ni lo ha habido,

pues cualquiera es patriota americano,

y la nación sensible, agradecida,

a todos vivirá reconocida.

 

17

Con razón hoy el liberal gobierno

el grito solemniza de Dolores.(16)

¡Oh, quién pudiera un monumento eterno

erigirles a quier(17) libertadores,

que supieron lanzar hasta el averno

la esclavitud(18) con todos sus horrores!

Pero tal monumento en cada pecho

de un buen americano está bien hecho.

 

18

Viva la libertad, sí, mexicanos.

Ya libres somos hoy de los Borbones;

mas no muy libres somos de tiranos

que malquistan las sanas intenciones

tal vez de los gobiernos más humanos;

ni menos somos libres de pasiones

que a sufrir nos obligan mil perjuicios.

Pues que no hay libertad do sobran vicios.

 

19

En los legisladores y en nosotros,

en el gobierno y ciudadano honrado

consiste ser felices unos y otros;

respetando la ley el magistrado,

cumpliéndola cada uno de vosotros,

y persiguiendo todos al malvado.

Como tales virtudes practiquemos,

si hoy somos libres, siempre lo seremos.(b)

 

20

No perdamos, en fin, americanos,

la libertad que tarde conseguimos;

amémonos unidos como hermanos,

si para asegurarla nos unimos,

nadie la arrancará de nuestras manos.

Libres hemos de ser si esclavos fuimos,

con sólo no perder de la memoria

que en la unión es la fuerza y la victoria.

 


(1) Estos versos aparecieron como folleto: Oficina de Ontiveros, año de 1825. No se confundan con la obra de teatro del mismo título que editamos aquí mismo.

(2) Hidalgo. Cf. nota 3 a Carta de un indio... Después de desempeñarse en varios curatos él pasó a Dolores. La conspiración se había iniciado en Querétaro con la participación del corregidor Miguel Domínguez y su esposa Josefa Ortiz de Domínguez. Hidalgo encabezó la conspiración que debía estallar en octubre de 1810; pero ante la denuncia de ella a las autoridades de Querétaro y Guanajuato, Hidalgo proclamó la Independencia en Dolores, y éste fue el primer acto que inició la insurrección: "Hidalgo y Allende al enterarse de los sucesos ocurridos en Querétaro, comprendieron que no había tiempo que perder [...]. Cerca del amanecer salió Hidalgo del curato, resuelto ya á proclamar la independencia. Seguido de Allende, Aldama, don Mariano Hidalgo, don José Santos Villa, el padre Balleza, diez ó doce sirvientes de Hidalgo y unas cuantas personas más. Todas se dirigieron a la cárcel, cuyas puertas abrieron para liberar y armar á los presos, con lo cual la pequeña fuerza ascendió á ochenta hombres, que se armaron de palos, lanzas y espadas que tomaron del cuartel del pueblo. Libertados y armados los presos, y unidos al naciente ejército liberador algunos soldados del Regimiento de la Reina, la fuerza de Hidalgo alcanzaba al amanecer del 16 de Septiembre como ochenta hombres [...]. Dirigióse Hidalgo á la parroquia e hizo llamar á misa, á la que asistieron como de costumbre muchos labradores. Entonces arengó á la multitud diciendo que se trataba de derribar el gobierno de los españoles; que en lo de adelante los mexicanos no pagarían tributo alguno, y por último, ofreció que pagaría 1 peso diario á cada uno de los que se alistaran en su tropa llevando armas y caballo, y 4 reales al que fuese á pie. Así comenzó la guerra más sangrienta y heróica de que haya sido teatro el suelo mexicano". Leduc, Lara y Pardo y Roumagnac, op. cit., pp. 282-283.

(3) Agustín de Iturbide (1783-1824). Caudillo mexicano que consumó la Independencia al frente del Ejército Trigarante. Fue emperador de México con el nombre de Agustín I.

(4) Hernán Cortés. Cf. nota 33 a Carta de un indio...

(5) Ignacio María Allende y Unzaga. Cf. nota 4 a Carta de un indio...

(6) Mariano Abasolo (1784-1816). Jefe insurgente. Se le atribuye haber salvado su vida por debilidad de carácter en el momento en que lo enjuiciaron los españoles, habiendo caído preso en Acatita de Baján, otros dicen que también contribuyeron a salvarlo los esfuerzos que hizo su esposa María Manuela Taboada. Fue deportado a España.

(7) Juan Aldama (1770-1811). Caudillo de la Independencia. Nació en San Miguel el Grande, hoy San Miguel de Allende, y fue fusilado en Chihuahua.

(8) El león era símbolo de España, el águila en cambio de América. En dos de susCalendarios históricos (1823 y 1824), Lizardi incluyó una lámina del águila mexicana con la siguiente leyenda: "Mejicanos: sostengamos esta alegoría. La nación mexicana, representada en la águila, tiene a sus pies los trofeos de guerra. En una mano empuña el gorro de la libertad, y en el pico, en vez de víbora, la sentencia mejor lleva". La sentencia dice "Con el valor y la unión se afianza la libertad". VéaseObras XIIop. cit., p. 549.

(9) "Pierde" en el original.

(10) Santo Oficio. Se instaló de hecho en la Nueva España en 1522 y formalmente el 4 de noviembre de 1571. (Los indios quedaron fuera de su jurisdicción desde 1573). El primer inquisidor fue Pedro Moya de Contreras. Tribunal llamado por oficio a perseguir delitos contra la fe, también tuvo una finalidad política al servicio de la corona. Suprimido el 9 de junio de 1813 fue repuesto por Fernando VII en 1814. Se extinguió definitivamente el 9 de marzo de 1820.

(11) El obispo de Michoacán, Manuel Abad y Queipo, dictó el 24 de febrero de 1810 un decreto de excomunión de los insurgentes Hidalgo, Allende, Aldama y Abasolo: "usando de la autoridad que ejerzo como obispo electo y gobernador de esta mitra, declaro que el referido Hidalgo, cura de Dolores, y sus secuaces los tres citados capitanes, son perturbadores del orden público, seductores del pueblo, sacrílegos, perjuros, y que han incurrido en la excomunión mayor del canon: Siquis Suadente Diabolo, por haber atentado a la persona y libertad del Sacristán de Dolores, del cura de Chumacero y de varios religiosos del Convento del Carmen de Celaya, aprisionándolos y manteniéndolos arrestados. Los declaro excomulgados vitando [...]. Asimismo exhorto y requiero a la población del pueblo seducido, con el título de compañeros y soldados de armas, que se restituyan a sus hogares y lo desamparen dentro del tercero día siguiente inmediato al que tuvieren noticia del siguiente edicto, bajo la misma pena de excomunión mayor, en que desde ahora para entonces los declaro incursos, y a todos los que voluntariamente se alistaren en sus banderas, o que de cualquier modo le dieren favor y auxilio". Ernesto de la Torre Villar, Moisés González Navarro y Stanley Ross, Historia documental de México, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Históricas, 1964, vol. II, p. 38. El mismo Fernández de Lizardi fue excomulgado por su Defensa de los francmasones. VéaseObras XI-Folletos (1821-1822), edición, notas y presentación de Irma Isabel Fernández Arias, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Filológicas, Centro de Estudios Literarios, 1991 (Nueva Biblioteca Mexicana, 104), pp. 415-419. Dicho folleto circuló libremente hasta que el día 20 de febrero de 1822 predicó contra él el carmelita José Acal; en esa misma fecha se reunió la Junta de Censura Eclesiástica y calificó el escrito como "erróneo, sospechoso de herejía, escandaloso, ofensivo de oídos piadosos, temerario, injurioso a las autoridades tanto civiles como eclesiásticas del Estado, y también fautor del cisma y del indiferentismo sobre religión y sus sectas". Op. cit.; pp. 439-476. Lizardi llegó a escribir una Segunda defensa de los francmasones (1822) y una Verdadera defensa de los masones (1826). Cf. Obras XII, op. cit., pp. 269-287 y Obras XIII, op. cit., pp. 769-784.

(12) Morelos. Cf. nota 4 a Carta de un indio...

(13) La guerra de Independencia duró de 1810 a 1821.

(a) Este elogio es a Iturbide, libertador de la patria, y no a Agustín I, emperador de México.

(14) filas trigarantes. El Ejército Trigarante o Ejército Imperial Mexicano de las Tres Garantías estuvo integrado por las fuerzas de Iturbide y Vicente Guerrero. Las tres garantías que defendían eran unión, independencia y religión.

(15) laísmo. Cf. nota c a No me diga usted...

(16) Dolores. Dolores Hidalgo, Guanajuato. Ciudad cabecera del mismo nombre. En su parroquia ejerció el ministerio sacerdotal Miguel Hidalgo de 1803 a 1810, año en que se sublevó contra el gobierno español. Una de las primeras disposiciones oficiales para conmemorar el 16 de septiembre de 1810 deriva del documentoElementos o puntos de nuestra Constitución, de Ignacio López Rayón. En el punto número 33 señala el calendario de festividades cívicas que los insurgentes deberían solemnizar, enunciando en primer lugar el día 16 de septiembre. Morelos, en el artículo 23 de Sentimientos de la nación dispuso también que se solemnizara el 16 de septiembre y se recordara a Hidalgo y a Allende. En 1825 se celebró oficialmente por primera vez con una "Oración patriótica" que pronunció Juan Wenceslao Barquera el 16 de septiembre, por encargo de la Junta Cívica. Cf. Ernesto de la Torre Villar, La conciencia nacional y su formación, comp. y pról. de..., México, UNAM, Coordinación de Humanidades, 1988, pp. 9-10 y 18-21.

(17) quier. Aféresis de cualquier.

(18) Desde 1810 Hidalgo y Morelos hicieron declaraciones sobre la abolición de la esclavitud; sin embargo, el primer paso para la manumisión de los esclavos se llevó a cabo el 16 de septiembre de 1825 en la celebración del aniversario del Grito de Dolores. Ellos pudieron redimirse con los fondos colectados para este efecto, o los que fueren entregados voluntariamente por sus amos a una Junta Patriótica. La ceremonia se efectuó con gran solemnidad en una tribuna frente a la Diputación y con una declaración y discurso presidenciales.

(b) Esto alude a los propios déspotas que oprimen a los pueblos a sombra de su autoridad, malquistando el sistema y olvidando que el magistrado debe ser el escudo de la ley, y padre de los pueblos que gobierna.

También alude a los viciosos, a ladrones y perversos que afligen a la sociedad, y cuyo solo remedio fuera juzgarlos por las leyes de Constantinopla. En todas las naciones hay malvados. Las leyes severas y prontamente cumplidas los minoran.

CANCIÓN AMERICANA  DEDICADA A MARÍA SANTÍSIMA DE GUADALUPE 
O HIMNO Y ALABANZAS POR EL PENSADOR MEXICANO(1)

 

Templemos las gargantas

y suene nuestra voz

cantándole a María

una alegre canción.

Ya la gentilidad

antigüa se acabó,

pues a este feliz suelo

María lo protegió.

MARÍA es de GUADALUPE(2)

[y]a que México honró

cuando a nuestro Juan Diego(3)

amable apareció.

Hijo Juan: así le habla,

¿no sabes quién yo soy?

la misma cuya misa

a México vas a oír.

Un templo aquí pretendo

para hacerte favor

a ti y a cuantos busquen

mi dulce protección.

Corre Juan Diego, vuela,

ve del obispo en pos,

dile que de esta nueva

tú eres mi embajador.

¡Qué dulzura de madre!,

¡qué grandeza, qué amor!,

¡qué dicha AMERICANOS!,

¡qué noble protección!

¡Qué empeño de María!,

¡oh, y cómo repitió

esas tiernas palabras,

con que a Juan saludó!

Ya se ha significado,

pero aún no basta, no,

que en la tilma(4) del indio

graciosa se pintó.

Allá en el Tepeyac(5)

su imagen nos dejó

en el ayate(6) tosco

que para esto escogió.

La apostólica sede

llena de admiración

este grande milagro

ya nos ratificó.

¡Oh, nación venturosa!

pues de ti se escribió,

que el Señor de las Gentes

con otra así no obró.

Corresponde muy tierna

a tan crecido amor,

e imita las virtudes

de la que así te honró.

Y confiada consagra

a MARÍA el corazón,

y dile que tu culpa

hoy del todo expiró.

Y tú, tierna abogada

de esta grande nación,

aplaca por quien eres

la ira de nuestro Dios.

Y como tus promesas

tu mano las firmó,

cúmplelas que rendidos

te lo pedimos hoy.

Así tus sacros cultos

es nuestra devoción,

y aumenten dulce Madre

en tu debido honor.

¡Oh, Trinidad inmensa!

sea a ti la bendición

por las glorias que inundan

a la indiana nación.

Amén.

 


(1) México, 1835. Impreso por A. Rangel, C[alle] del Olivo junto al Baño de las Delicias, número 22. No hemos podido averiguar en qué año la publicó Lizardi.

(2) Guadalupe. Cf. nota 3 a Décima a María...

(3) Juan Diego. Cf. nota 3 a Décima a María...

(4) tilma. Del azteca tilmatli, capa, manta de algodón o de lana de los campesinos, también conocida como jorongo. Santamaría, Dic. mej.

(5) Tepeyac. Cf. nota 3 a Décima a María...

(6) ayate. Cf. nota 2 a Décima a María...